En la reciente inauguración de la Feria Internacional del Libro de Bogotá, la reconocida escritora española Irene Vallejo —al referirse a la historia del arte, la lectura y la escritura— expresó lo siguiente: “(Para la humanidad), escribir se convirtió en una especie de asidero, de certeza; nuestro dique frente a la destrucción, la calumnia o la amnesia”.
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Hoy, a pocos días de culminar la Feria del Libro de La Libertad, abrazo estas palabras y me reafirmo en la convicción de seguir apostando por más proyectos culturales de esta naturaleza. Gracias a la escritura y a la lectura, podemos preservar la esperanza en un ser humano que le haga frente al inmediatismo, que encare decididamente la insensibilidad social y que combata abiertamente la desinformación y el menosprecio a la cultura.
Realidad y escritura
Citando a Gabriel García Márquez, Irene Vallejo manifestó que “vivimos en una realidad escurridiza, momentáneamente capturada por las palabras”. Si esa es la esencia de la realidad y ese es el valor de la escritura, es imperativo leer a quienes “atrapan” esa realidad y nos la comparten en forma de historias…
Como ella misma lo asevera, “la escritura atrapa y perpetúa el fluir huidizo de nuestras sensaciones y hallazgos; nos ancla en una bahía tranquila rodeada por el caos”. Y esto es justamente lo que uno siente, experimenta y descubre cuando lee los cuentos de nuestro notable escritor Angel Gavidia Ruiz.
El maestro Gavidia ha publicado formalmente, hasta la fecha, casi diez libros de cuentos. La mayoría de ellos están reunidos en “Todos sus cuentos”, publicado el año 2014. Pero, además de este enjundioso libro, recientemente ha publicado “Veintidós inquilinos precarios” y “Últimos cuentos”, aparte de sus cuentos difundidos en selecciones o antologías preparadas por distintas editoriales y para distintos públicos.
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Más que imaginarios
Quien lea sus libros de cuentos, notará que Gavidia transita, con suma fluidez y dominio, por los terrenos de la narración. Puede escribir un cuento para niños con la misma soltura, honestidad y contundencia que un cuento para otros lectores. Tras la aparente sencillez, el lector sentirá el golpe de los acontecimientos, la pena de las aves o la energía de los escenarios. Y con estos vaivenes se introducirá en las profundidades de los recuerdos y de los incesantes “flashes” que nos prodiga la vida cotidiana.
Como lo expresé en una publicación anterior, “sus cuentos nos revelan imágenes envolventes y nos producen sensaciones y sentires, propios de los viajes intensos y trascendentes. Quien lea a Ángel Gavidia viajará imaginariamente por diversos espacios y lugares, pero también por la interioridad de los seres humanos”.
En palabras del extinto poeta y maestro Juan Paredes Carbonell, en los cuentos de Angel Gavidia “se traduce el imaginario popular (…) y el enfrentamiento dialéctico asumido ante situaciones absurdas y existencialistas de las experiencias humanas” (…).
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Brevedad y simbolismo
Si bien en “Todos sus cuentos” se expresa ese apego a las vivencias en el terruño y, al mismo tiempo, ese conflicto permanente entre las costumbres, la añoranza y los imaginarios, en sus últimos libros es más bien el trabajo de la brevedad y la riqueza del simbolismo lo que le confieren un valor incalculable a sus relatos.
Como ya lo he manifestado, en sus dos recientes libros, “cada relato está dotado de una singular expresividad y de un simbolismo extraordinario; la trama y, particularmente, los desenlaces dejan al lector con un halo indescriptible y con la tarea de seguir pensando en lo que representan”.
Es que, como decía el gran Julio Cortázar, el gran cuento breve condensa la obsesión de la alimaña; es una presencia alucinante que se instala desde las primeras frases para fascinar al lector, hacerle perder contacto con la desvaída realidad que lo rodea, y arrasarlo a una sumersión más intensa y avasalladora”.
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Más que imaginarios
Ángel Gavidia transita, pues, de la comarca al universo… En sus cuentos iniciales se percibe una necesidad de retratar la vida cotidiana, en aquellos detalles que se quedan impregnados a la piel o a la consciencia. En sus más recientes libros, en cambio, existe una necesidad más vital, más profunda, más humana.
En ese tránsito dinámico, nos va mostrando su desarrollo y madurez como escritor. Sus relatos conectados con la geografía, la naturaleza y la cultura andina van dando paso a la esencia, a la profundidad y a la trascendencia de los acontecimientos. Parece decirnos que la literatura es aquel lenguaje en el que la infinitud cabe en pocas palabras. Allí justamente radica su potencia narrativa.
El docente universitario y crítico David Navarrete Corvera, al referirse a la narrativa de Ángel Gavidia, afirma que —a diferencia de los demás escritores de La Libertad— su cuentística es totalizadora, “pues sus relatos nos permiten entender que la ficción literaria se complementa con el mundo real, imitándolo, negándolo o escapándose de él”. En este aspecto, coincido con él.
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