En CUATRO ELEMENTOS, Roberto Jáuregui ha poblado su espacio poético de seres mitológicos, familiares y eternos que el recuerdo transforma mientras el cuerpo terrenal se diluye; los cuatro elementos adquieren, a través del sujeto lírico, una transformación estética.
En CUATRO ELEMENTOS, Roberto Jáuregui ha poblado su espacio poético de seres mitológicos, familiares y eternos que el recuerdo transforma mientras el cuerpo terrenal se diluye; los cuatro elementos adquieren, a través del sujeto lírico, una transformación estética.

El escritor trujillano Roberto Jáuregui acaba de publicar hace algunos meses CUATRO ELEMENTOS; su cuarto poemario. En 2020 incursiona en la escena poética con “Desagravio de las cenizas”, un poemario que nos enfrenta con nuestra memoria, pero que, al mismo tiempo, simboliza la comunión del hombre con su historia, con su pasado. Dos años después publica “Anatomía de la espera”, un libro que presenta al amor en su dimensión dialéctica; un texto lírico que en sus diferentes contradicciones acentúan las incertidumbres emocionales y afectivas del sujeto lírico. En 2023 presenta “El libro de la distancia”, un poemario en el que retoma sus anteriores motivaciones poéticas e integra una poética de lo vivencial. En este tercer poemario, la voz poética ha madurado, pero no deja de recoger las cenizas del camino transitado. Ahora bien, con CUATRO ELEMENTOS, Roberto Jáuregui consolida su propuesta estética, pues logra —con el adecuado uso de recursos lingüísticos y el empleo necesario del artificio literario— que la poesía nos emocione y se convierta en experiencia vital.

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La poética de los Cuatro elementos

En CUATRO ELEMENTOS, Roberto Jáuregui ha poblado su espacio poético de seres mitológicos, familiares y eternos que el recuerdo transforma mientras el cuerpo terrenal se diluye; “las calles y los árboles / formaban los caminos / y los extensos reinos / de la infancia”. Jáuregui ha creado una atmósfera de incertidumbres y contradicciones en la que el vacío, el viento, la cordura y el propio Aristóteles se refutan mientras que el yo poético dialoga con la muerte que se esparce en todos los rincones del mundo. La primera parte del poemario se titula “El libro de las contradicciones” y es ahí justamente donde se presentan todas esas refutaciones que acabamos de mencionar; al respecto, en el poema “Refutación de Aristóteles” se menciona lo siguiente: “Se acorta la distancia / la libertad es una cortina / escondiendo la caída (et ne nos indúcas in tentatiónem / sed líbera nos a malo) el amor es una ficción / que nos salva / de la noche”. En este fragmento se nota claramente la propuesta literaria que presenta Jáuregui; en su segunda acepción la RAE señala que la refutación es el argumento o prueba cuyo objeto es destruir las razones del contrario y es este sentido el que justamente se trabaja en esta primera parte; aquí notamos que los diálogos que se contraponen son los que presenta el sujeto lírico en español y el propio Aristóteles, en griego.

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En las cuatro secciones del poemario habita también el amor el cual se abre espacio entre las auroras para llenar las soledades que germinan en abril; “Ven, amor / hay una herida abierta en mi costado / hay un río que arde entre las nubes / y la luna es roja / y la noche nos llama con el viento”. El fragmento anterior pertenece al poema “Invocación para las noches de abril” y junto a otros textos líricos en el que aparecen la aurora, la germinación y la propia luz de abril configuran “El libro de abril”, la segunda parte del poemario.

La tercera parte del poemario se titula “Homo Sapiens” y aquí Roberto Jáuregui sitúa al Homo Sapiens en medio de la nada y poco a poco lo vivifica con la esperanza de encontrar un “algo” que, lejos de ponerle fin a su destino, será el inicio de su agotadora travesía. Al respecto, en el poema “Imagen” apreciamos claramente esta última premisa “No tengo dudas / soy el resultado de una idea / una masa en movimiento / hecha de sujeto, verbo y un mar / que otros sueñan / después de todo / la tierra es una creación de las estrellas”.

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Los Cuatro elementos de Roberto Jáuregui

En la última sección del poemario, la concepción presocrática de los cuatro elementos adquiere, a través del sujeto lírico, una transformación estética que explora la dimensión de más íntimas y personales del ser humano. En la antigüedad, los griegos, intentaron explicar filosóficamente la naturaleza del universo a través de un principio (arjé) o sustancia primaria de la cual todo se deriva; los cuatro elementos; es decir, el agua, la tierra, el aire y el fuego han sido postulados por muchos filósofos como esa sustancia o principio inicial. En el poemario “CUATRO ELEMENTOS”, el agua, la tierra, el aire y el fuego no son solo los elementos que tratan de explicar el origen de todo, también son la síntesis de todos nuestros aciertos y, sobre todo, nuestros fracasos como humanidad; “la ciudad es ahora / simple pasto de las llamas / ha caído la gloria de los hombres / y arden sus jardines / y su foro / sus piernas / su sonrisa (…) ahora / las cenizas son / sus pasos y recuerdos / polvo oscurecido / que el viento esparce / como esparciendo / cenizas solamente”.

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