Miguel Ángel Asturias Amado: “Hubo una amistad importante entre César Vallejo y mi padre”
Miguel Ángel Asturias Amado: “Hubo una amistad importante entre César Vallejo y mi padre”

Miguel Ángel Asturias Amado, hijo del escritor guatemalteco, visitó por primera vez el país para reflexionar sobre la vida y obra del premio Nobel de Literatura 1967.

En una entrevista con Correo, el ingeniero habló de su trabajo como divulgador de la obra del autor de la novela El señor presidente (1946) en Latinoamérica y de la influencia que tuvieron intelectuales peruanos, como el poeta trujillano César Vallejo, en la literatura del reconocido narrador.

¿Por qué usted decidió trabajar en la divulgación de la obra de su padre?

Él me fue dando mucho de su legado, lo fui guardando y ahora soy el responsable de llevar sus principios e ideales por delante para que se le conozca como escritor en toda Latinoamérica. Lamentablemente, por su compromiso político y su denuncia a las injusticias que han pasado y siguen ocurriendo en Guatemala, mi padre fue un escritor negado al que no se le conocía o no se le quiere conocer en el país.

¿A pesar de que fue premio Nobel de Literatura?

Así es. Pese a que fue premio Lenin y premio Nobel, y en un momento en el que la Guerra Fría estaba en plena efervescencia. No es casual que un mundo le dé el galardón más importante y el otro haga lo mismo al año siguiente. Mi padre, de alguna forma, unió esos dos mundos.

¿Cuánto ha evolucionado la difusión de ese legado?

Eso va mejorando poco a poco. Seguimos trabajando a través de la Fundación Miguel Ángel Asturias, cuyo presidente soy yo. Nuestro máximo objetivo es hacer un museo o una casa de cultura en Guatemala para que la juventud vaya conociendo quién era mi padre e ir creando, a través de él, una identidad para el país. Guatemala debería estar orgullosa de tener un hijo así. Desgraciadamente, no lo está. Pero no es un problema del pueblo guatemalteco, sino de los gobiernos que ha tenido, a los que no les ha interesado que se conozca y se divulguen sus ideas.

¿Qué le impresiona de la literatura de su padre?

La gran fantasía, la gran descripción, la gran creación de momentos en sus novelas. Si uno lee un libro como Mulata de tal (1963), ya no sabe en qué mundo está por la magia creada en la obra. Él escribía desde muy temprano. Se levantaba a las cuatro de la mañana, con voluntad y disciplina, porque no concebía la literatura como sentarse e inspirarse, sino como sentarse y trabajar. Comenzaba una frase y la escribía de diez a veinte formas diferentes. Luego las leía en voz alta y la que más le gustaba la recortaba y la pegaba con goma en una hoja. La dejaba descansar dos años o tres, la releía y hacía el mismo trabajo.

¿Cuál fue la relación de su padre con el Perú?

Tenía una relación importante con Perú. Primero, cuando era estudiante en Francia, se reunía con todos los latinoamericanos, entre ellos César Vallejo. Hubo una relación de amistad importante entre César Vallejo y mi padre. Además, siendo él más joven, estudiando en la Universidad San Carlos, leyó mucho a (José Carlos) Mariátegui, uno de los que influyeron en su forma de pensar. También estuvo relacionado con la fundación del APRA, con Haya de la Torre. Y, en el 47, se reencuentra con el profesor (José Antonio) Encinas, con quien va a conocer Machu Picchu y pasa unos días luminosos que luego registra con su escritura.