Miguel Villegas entró a trabajar en la redacción de El Comercio en 2004. (Foto: Cortesía)
Miguel Villegas entró a trabajar en la redacción de El Comercio en 2004. (Foto: Cortesía)

Juntando su pasión por el fútbol y la escritura, el periodista presenta la segunda edición del libro “Padre Nuestro” (Casa Tomada), dedicado a “Lolo” Fernández, ídolo indiscutible de Universitario de Deportes.

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¿Qué te motivó a escribir un libro sobre Lolo Fernández?

En casa de mis abuelos, o cuando mi papá volvía de sus viajes en la Marina de Guerra, Lolo Fernández siempre fue tema de conversación. Un poco porque ellos eran muy futboleros, otro poco porque eran hinchas de la U, pero sobre todo porque conservaban mucho material bibliográfico -revistas, diarios, libros antiguos- y cada tanto me los mostraban, como quien trae un postre a la mesa. Si en algún momento podía -porque escribir un libro es, sobre todo, un ejercicio de poder- dedicarme a un proyecto de este tamaño, tenía que ser sobre la figura del ídolo de Universitario. ¿Cuánto tardó el proceso? En 2012 empecé a reportear las primeras historias, mientras le robaba tiempo a mi estreno como papá, y los cuadros de comisiones en El Comercio, el diario donde trabajo. Fueron dos años de trabajo. Y esta, la segunda edición, me devolvió a los archivos en los últimos 12 meses: no quería que sea solo un libro con nueva tapa; necesitaba pulir el lenguaje, revisar todos los datos e incluir pasajes, testimonios, escenas que, en 2015, cuando se publicó, no alcancé a sumar por mi natural impericia. Y así fue.

Exploras la conexión emocional de los hinchas con Lolo Fernández.

Es verdad eso que dices: Padre Nuestro no es una biografía de Lolo, que las hay, oficiales y no autorizadas. El libro aborda la figura del ídolo a partir de los hinchas, y su devoción, que son quienes al final elevaron su imagen a la altura de una divinidad. Todas tienen un magnetismo particular pero hay dos a las que vuelvo: la única -y la última- entrevista que dio Marina Fernández, la hija, y su memoria aún intacta; y el homenaje perdido en los archivos que le hizo la Barra Dale U Norte en 1991 y en vida, que quizá tiene las escenas más sensibles del ídolo, ya enfermo, ya entrado en años, ya vencido por el Alzheimer y los fogonazos de lo que fue su vida deportiva, activada por los barristas adolescentes que lo trataron, aquella tarde en la Maison de Santé, como si fuera un dios.

¿La figura de Lolo Fernández ha trascendido el ámbito deportivo?

Tienen mucho que ver los Lolistas, los de ahora y los de antes, sin importar si son de la U o eran de Alianza. Tienen que ver los autores, sin duda, que desde Teodoro Salazar o Guillermo Cortez o Luis Benjamín Cisneros, le dedicaron su trabajo a producir libros para que su legado se eternice. Y hoy, todos ellos, con la velocidad de las redes sociales y los años, lo han elevado a otro status. Ya Lolo Fernández no es solo un gran futbolista. Ni siquiera el único ídolo: hoy es una estampita.

¿Alguna faceta poco conocida de Lolo Fernández que le sorprendiera?

Una familia en Lima conserva la última camiseta que utilizó Lolo, en aquel clásico del 30 de agosto de 1953. La tiene oculta, prefiere el anonimato, pero el dueño, un hombre de quien debo guardar el nombre, se persigna todos los días al levantarse cuando la ve. Es un episodio inédito en esta reedición.

¿Qué impacto esperas que tenga “Padre Nuestro”?

Me gustaría creer que es un libro que busca el abuelo para recordar su juventud, a través de Lolo, y compra el papá para alejar a su hijo o su hija de otras distracciones y poder compartirle esta increíble historia del más grande goleador peruano de todos los tiempos. El éxito, si es que existe y le pasó a Padre Nuestro en la FIL, es ese: la familia llevándose el libro para compartir sus afectos más puros.


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