​Nelly Fonseca: La poeta peruana que firmaba con seudónimo masculino por esta razón
​Nelly Fonseca: La poeta peruana que firmaba con seudónimo masculino por esta razón

Su verdadero nombre era Nelly Fonseca Recavarren, poeta peruana que optó por firmar sus escritos con seudónimo masculino, para sus lectores ella era, "Carlos Alberto Fonseca". A los 9 años, la poeta sufrió un aparatoso accidente y como consecuencia, nunca más caminaría y se movilizaría por medio de una silla de ruedas. Fue por esta razón por la que tomó la decisión de optar por una apariencia bisexual, por temor a su apariencia.

Según un informe de "La mula", son pocos los que conocen la trayectoria literaria de Nelly Fonseca Recavarren y de su vida misma. Por eso, es una especie de un personaje místico, de la sociedad limeña de la primera mitad del siglo XX. A su corta edad dio un giro radical a su aspecto, se cortó el cabello, cambió su manera de vestir a la usanza varonil. Y, lo principal, cambia de nombre; desde entonces se hace llamar Carlos Alberto Fonseca.

Su familia decide trasladarse a Lima, a una casona de la calle San Martín en el distrito de Barranco. Fonseca lee ávidamente textos literarios de la corriente modernista y vanguardista; domina el inglés y francés, por lo que comprende perfectamente a sus autores predilectos. Empieza a componer sus primeros versos y sonetos. A los doce años, escribe su primer libro “Rosas matinales” (1934), firmado como Carlos Alberto Fonseca. En esta etapa de su adolescencia hacia la juventud, "Carlos" desarrolló una fecunda actividad por el arte. Con el paso de los años, siguió conservando su apariencia masculino, siendo un hombre elegante, bien vestido y con estilo. 

Aquí una muestra de su poesía y de su profunda tristeza:

"Mi madre debió llamarme
Soledad.
Nombre inmenso como el cielo;
nombre amargo como el mar...
Soledad.

Soledad, porque mi boca se ha olvidado de besar;
porque las rosas se musitan
sin abrirse en mi rosal,
mi madre debió llamarme
Soledad.

Un ángel negro, a mi vera,
siembra mis huertos de sal.
Jazmín que mi mano toca
no reflorece jamás.

Mi madre debió llamarme
Soledad.
Me llaman con otro nombre
que suena a plata y cristal.
Me llaman, más no respondo;
pues, en mi lírico afán.
yo sé que debí llamarme
Soledad.

Soledad de noche oscura
que presagia tempestad.
Soledad de campo raso
sin un árbol ni un cantar.
Soledad de lo infinito:
soledad de cielo y mar.
Soledad como la mía.
¡Soledad!"

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