Wendy Ramos: “Sigo pensando que hay más gente buena que mala”
Wendy Ramos: “Sigo pensando que hay más gente buena que mala”

A pesar de que ya no ve noticieros -“porque me deprime”-, Wendy Ramos ha escuchado, como la mayoría de peruanos, los audios de la corrupción, también llamados de la vergüenza, que han ensombrecido la peruanidad luego del orgullo mundialista de la selección de fútbol en Rusia.

Sin embargo, la autora de Diario de una vaca descarriada (Planeta, 2018) mantiene su pensamiento de que hay más gente buena que mala en el país. Personas que, alejadas de los reflectores y motivadas por el amor a su familia y su comunidad, luchan a diario para cambiar un poco el Perú.

La actriz también habló sobre la tristeza, el amor propio, la homofobia y sus nuevos proyectos.

¿Qué te motivó a escribir y publicar tu libro? 

Un día me encontré con María Fernanda y me dijo: “¿Por qué no haces un libro sobre Cuerda?”, y comenzamos a alucinarlo. Yo iba juntando cosas, dándome cuenta de que tenía material porque la gente del murito (Facebook) siempre hablaba de temas recurrentes y pensé: “Qué bueno sería juntarlas”. Me fui a Inkaterra, en Tambopata, y ahí uní todo. Quería un librito que acompañe, que lo abras y te diga algo, que te entretenga, que te ponga a pensar en alguna cosa. Porque son cosas simples: no hay nada de ¡oh, el descubrimiento! El miedo que me daba era no saber cuál es la expectativa de la gente, qué cosa espera.

Al momento de releer tus textos, ¿encontraste algo nuevo sobre ti? 

Es como el “cuchador” (híbrido de tenedor y cuchara). Es una tontería, pero después, cuando lo miro, digo: “No sabía bien quién era yo para aceptar no hacer algo que me pertenece”. Ya no es solo el objeto, sino otras cosas que empiezas a esconder porque al otro no le gusta y las juzga. Y cada vez te haces un espacio más reducido. Entonces, al hablar de un tenedor, estás hablando de algo más grande. Hasta que no escribo de eso, no me doy cuenta. Porque solo era la historia del tenedor que guardé porque el novio este me dijo que era una pose. De qué estamos hablando: de postergarte, de agradar y ser capaz de dejar de ser tú.

En el libro dices que “hay más buenos que malos”. ¿Esta actitud nos puede ayudar a no perder la fe como país en estos tiempos de audios de corrupción? 

Te sorprende lo asquerosos que pueden ser en sus conversaciones. Embarran todo y dices dónde estamos, cómo puedo estar en mano de estas personas y qué ejemplo nos están dando a todos. No puedo entender a alguien que se ponga en ese lugar y que haga las cosas de esa manera. ¿No tienen familia, hijos o nadie que te mire y te dé vergüenza hacerlo? Pero igual sigo pensando que hay más gente buena que mala. Por ejemplo, en los hospitales, papás o mamás están al pie de la cama con sus hijos. No los sueltan ni abandonan y luchan y están ahí por años, con un amor increíble. Son más gente buena que no aparece en ningún sitio, pero está ahí.

Al escribir que “todas las formas de amor son hermosas”, ¿te refieres a que se debe respetar la orientación sexual? 

Yo respeto al amor. Y me da mucha pena que confundan amor con perversión. Porque perversión hay en los heterosexuales y homosexuales. Es increíble la cantidad de gente, de chicos, asustados en sus casas porque sus papás son homofóbicos. Y qué ganas de decirle: “Señor, fíjese que no esté odiando a quien ama”. Porque sufren y dicen: “¿Cómo le digo a mi papá?”. Me parece triste. En el mundo hay mil cosas por las que puedes luchar. Y elegir luchar contra el amor de alguien me parece una locura.

También hablas sobre la tristeza y cómo es vista como algo negativo... 

De chica era como que no puedes estar triste, hay que buscar la felicidad, poner música contenta. Y en un momento de mi vida aprendí que eso estaba mal. ¿En dónde estás botando eso? Cuando te está pasando algo triste, ¿qué haces? ¿Lo tiro atrás? ¿Hay un vértice atrás de mí que lo va a desaparecer? A veces pasan dos o tres meses o un día y digo: “Hace rato que no lloro, ya mucho me estoy riendo y veo una película, como Coco, y me pongo a llorar porque es rico”. El claun que yo trabajo no está feliz todo el tiempo. No es un ser bueno y puro. Se molesta, tiene rabia, pena, miedo y también sufre. Entonces tienes que poder pasar por esas emociones. Queremos que nos vean bien, tranquilos, normales y equilibrados, que no somos ridículos esencialmente. Que la gente se amiste con sus emociones, con lo que ellos son y lo que traen.

¿Qué estás planeando ahora? 

Ahora empecé a trabajar Por Las Ramas, que estreno en noviembre. Hay dos funciones de Cuerda en agosto en el Teatro Municipal, que me tienen muy emocionada y que creo que serán las dos últimas porque ya terminé las giras. No voy a decir nunca (volveré a Cuerda) porque no sé si me propongan algo. Por ahora las últimas son esas dos. Luego viene Toc Toc en setiembre y mis talleres, que me tienen fascinada.