Tras ocho Juegos Olímpicos, llegó la hora de decir adiós. Oksana Chusovitina, decana de la competición de gimnasia con sus 46 años, no alcanzó un boleto para la final de salto, aunque la uzbeka fue despedida con una gran ovación en el Centro de Gimnasia de Ariake.
En ausencia de público, las otras gimnastas y entrenadores formaron un pasillo de honor para homenajear a la gimnasta de más edad de la historia olímpica, que disputó sus primeros juegos en Barcelona-1992.
“He llorado de alegría. Tanta gente me ha apoyado desde hace tanto tiempo. Estoy muy agradecida”, declaró la que primero representó al equipo unificado de las exrepúblicas soviéticas, justo después de la desaparición de la URSS.
Nacida el 19 de junio 1975 en Boukhara, ganó el oro en el concurso general por equipos en 1992, y luego esperó dieciséis años para lograr una medalla individual con su plata en salto, su especialidad. Fue en 2008, en Pekín, donde compitió bajo los colores de Alemania, donde se había instalado para que su hijo Alisher pudiera ser tratado de una leucemia.
Los Juegos de Tokio eran sus quintos bajo la bandera de Uzbekistán, un país de 33 millones de habitantes, donde su fama es tal que se editó un sello con su efigie, aunque este domingo no logró la nota suficiente para llegar a la final.
“Me hubiese gustado que hubiera público. Todos los deportistas necesitan atención y aplausos. No iré a París, pero a lo mejor a Los Ángeles...”, bromeó.
En realidad, Chusovitina había prometido poner fin a su carrera después de Tokio. Tiene previsto abrir una academia de gimnasia en Taskent y montar un “espectáculo de teatro” para popularizar su deporte en Uzbekistán, donde la lucha o el boxeo son los deportes más extendidos.
Con información de AFP.