La llegada de los españoles a Arequipa marcó el ocaso de grupos nómadas y pueblos, como los Collaguas, los Chimbas y los Yarabayas, que habitaban esta zona. Hoy, la mayor parte de esa antigua ciudad sigue bajo lo que y conocemos como Centro Histórico.
Así lo advirtió el historiador Guillermo Galdós Rodríguez, en su escrito Una Ancestral Tradición Agraria, donde precisa que la fundación se hizo en desmedro del área agrícola que era surcada por acueductos de la antigua etnia, que fue rebautizada por los españoles como San Lázaro.
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La Ciudad Blanca no es la misma que hace 482 años; terremotos, construcciones, demoliciones y el crecimiento de la población, han ocasionado que su rostro cambie, pero los rastros de aquellos que habitaron estas tierras no se perdieron, quedaron ocultos bajo tierra.
Prueba de ello, es el sistema de acueductos que yace enterrado hasta bajo 1.80 metros, en el subsuelo, construidos por sociedades anteriores a los incas. Sirvieron para que las acequias sigan su curso por el corazón de Arequipa con la finalidad de dotar del recurso hídrico extraído del río Chili a extensiones de cultivos
LOS ACUEDUCTOS EN EL CENTRO HISTÓRICO
Aunque no se ven a simple vista, esta red hidráulica, que luego fue aprovechada por los españoles para abastecer de agua a las casonas mediante canaletas, se asemeja a una serie de arterias que, incluso hoy, continúan funcionando y cruzan el Centro Histórico.
El especialista en conservación de Patrimonio Cultural, William Palomino, durante más de 20 años se ha dedicado a investigar y preservar la historia de Arequipa. Detalló que existen seis grandes acequias en el centro de la ciudad, las cuales corresponden al año 1100 a 1300, el intermedio tardío o fase Churajón, registros que son muestra de un antiguo asentamiento antes de los incas.
Estos son la acequia de Miraflores, que pasa por detrás de la municipalidad del Filtro, cruza todo el local, y sale a la altura de la calle Manuel Muñoz Najar, entre Miraflores y Cercado. Después está la acequia de Santa Rosa, que cruza por el callejón Veliz, sale a la altura del convento de Santa Rosa y pasa por medio de la Universidad Nacional San Agustín (UNSA). Así también, la acequia de San Francisco, que inicia por la calle Combate Naval, cruza por el convento de San Francisco y sale por la calle 15 de agosto, para culminar por un costado de la UNSA.
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La acequia COA, que empieza por la calle Villalba, continua en la avenida Salaverry, sigue por el malecón Socabaya y culmina frente al hospital Goyeneche, además de la acequia de La Pólvora, que inicia en el Puente Grau pasa por el Barrio Obrero, para continuar en el Tambo de la Cabezona y sale por el Instituto del Sur hasta llegar a la avenida Alfonso Ugarte. Finalmente, la acequia de Santo Domingo, que va por el convento de Santa Catalina, donde está la cocina y el pozo, sale a la altura del pasaje La Catedral, cruza por el patio de comidas de la calle Mercaderes hasta llegar al convento de Santo Domingo y continúa por la plaza Víctor Lira para dar con la calle Dolores.
Hoy en día, de esta red de acueductos depende la subsistencia de 23 mil árboles que son pulmones de centro de Arequipa. La Villa Hermosa alberga otras decenas de acueductos de acequias derivas que se pueden encontrar en los diferentes distritos periféricos al centro de la ciudad .
LA HISTORIA QUE GUARDAN Y SU CONSERVACIÓN
Si su sola construcción es la herencia de los primeros ocupantes, los hallazgos efectuados junto a las estructuras han dado un mayor aporte histórico para Arequipa. Se trata de descubrimientos arqueológicos de viviendas prehispánicas bajo el suelo arequipeño. Esto ocurrió en diferentes años, por ejemplo, junto al canal de la acequia de Santo Domingo, en 1985, se encontró la primera en el tercer patio del Banco Continental; en 2004, en la esquina de Santa Catalina y Ugarte; y en el 2007, debajo de los pisos de la Casa de la Moneda.
Solo hace tres años, durante la obra del Gobierno provincial en la calle San Juan de Dios (Cercado), se encontraron tres tumbas con restos óseos que pertenecen a la cultura Churajón.
Por estos hechos precedentes, existe un cuidado justificado del Centro Histórico, declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad, por la UNESCO, en 2001. Por lo que, tanto la Gerencia del Centro Histórico de la Municipalidad Provincial de Arequipa y el Ministerio de Cultura, tienen instrumentos normativos para velar por su preservación, en efecto cualquier tipo de intervención debe ser evaluada y monitoreada, aunque a veces se intente saltar la ley.
Uno de los muchos casos es el registrado el pasado 25 de abril, cuando la empresa Sedapar comenzó una obra de mejoramiento de redes primarias y secundarias de agua potable y alcantarillado de las calles Villalba y Cruz Verde, en Cercado. El consorcio Delvillareal, a cargo del proyecto, como parte del compromiso, debía obtener el visto bueno de Cultura, ente que aprueba el Plan de Monitoreo Arqueológico y que prevé medidas para prevenir, evitar, controlar, reducir y mitigar los posibles impactos negativos sobre vestigios prehispánicos.
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Correo corroboró que la compañía paso por alto la norma , comenzando sus trabajos sin el importante trámite, el permiso fue otorgado por la entidad encargada, no hasta el 3 de mayo.
Para el historiador del Centro Histórico del Gobierno provincial, Gonzalo Gómez, no se puede discutir la importancia que tienen estas estructuras para la ciudad, no solo por su aporte cultural, histórico, sino por su funcionamiento que aún, con el pasado de los años, continúa siendo vital para parte de la flora y fauna de Arequipa.
Por ello, desde el 2019, la municipalidad insiste que se declaren como nuevos monumentos de la ciudad.
La propuesta inició con la propuesta de las acequias Santa Rosa y Miraflores, la finalidad es su conservación, pues, si bien son protegidas por las leyes culturales, de ser declaradas monumentos, el Estado garantizará el derecho de propiedad sobre estas áreas a través de incentivos y el uso de instrumentos financieros.
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