A sus 25 años su pasión por la lectura le permitía escribir cuentos y crear otros textos a Luis Eduardo Podestá Núñez, hasta que un dato de su amigo Toribio Cuba Valdivia fue el inicio para que su destino cambie y se convierta en uno de los periodistas más solicitados en la década de los 50 y 60. Cuba le comentó que el ahora desaparecido diario La Prensa buscaba un corresponsal. Un poco dubitativo decidió probar suerte y el entonces jefe del periódico, Samuel Lozada Tamayo, lo bautizó como corresponsal.
Empezó a cubrir información policial y sus visitas a la comandancia de la Guardia Civil que quedaba en la calle Jerusalén eran sagradas para informarse de los partes policiales. Su primer sueldo como periodista fue 80 soles. Podestá reconoció que no le agradó la remuneración, pero su interés de aprender y de ejercer lo hicieron ver el trabajo un trampolín para conseguir otros empleos prevaleció.
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Podestá no tenía la formación periodística y tampoco existía una universidad que lo hiciera, pero La Prensa contaba con una especie de “escuela” para encaminar a los colaboradores con el fin de no caer en errores, además de distribuir el Libro de Estilos de la prensa.
El texto se convirtió en biblia para Podestá Núñez, puesto que estaba decidido a formarse profesionalmente en la calle y a ejercer un buen periodismo, lo que implicaba aprender a realizar entrevistas, buscar el ángulo noticioso, entre otros aspectos esenciales, redactar una noticia de interés.
Recorrido
Entre tantas historias que vivió está la de un canillita con discapacidad para movilizarse que lo impactó, pues el hombre vendía periódicos bajo cualquier clima, porque era el único sustento que tenía. Su columna “Sucedió Así”, donde informaba hechos humorísticos con una lectura ágil llamó la atención del jefe de El Deber, un diario administrado por la iglesia y que le dio un mejor sueldo, 300 soles, remuneración promedio de los empleados. Aceptó el cambio.
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La forma de transmitir la información a los lectores era diferente. Este medio se caracterizaba por una redacción tradicional, más reservada, por lo que Podestá tuvo que adaptarse y modificar su redacción. Poco tiempo después se vio en la sala de redacción y el taller de El Pueblo.
En estos tres medios no había un diseñador o diagramador que vea la presentación de la página, tampoco existía el fotógrafo y por ello se compraba las fotos de los aficionados que capturaban los sucesos ocurridos en la Plaza de Armas u otros escenarios. Hasta entonces, el cargo de Jefe de Información que planteara u orientara los posibles temas a investigar o averiguar durante el día, tampoco era necesario. Solo existía el Director, quien a su vez era el diagramador y diseñador.
Podestá vio por primera vez un cuadro de comisiones (sugerencias de entrevistas o investigaciones para el día) cuando llegó a Correo Lima. Viajó a la capital para la entrevista personal, porque la casa periodística tenía proyectado expandirse en Arequipa, luego de empezar en Tacna. Para su sorpresa lo nombraron jefe de informaciones, cargo que no había visto antes, ni sabía de las funciones.
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A su retorno a la Ciudad Blanca se enteró de que todas las mañanas tenía que elaborar los cuadros de comisiones de sus colegas. El periodista formado en campo fue uno de los primeros fundadores de Correo Arequipa el 28 de febrero de 1963, un medio de comunicación que había nacido con secciones definidas como Deportes, espectáculos, entre otros.
Con el pasar de los años, la tecnología también mejoraba en esta industria y en Correo vio la primera rotativa que permitía imprimir los ejemplares de los diarios en menos tiempo. Los otros medios usaban los linotipos, máquinas que eran gigantescas.
Transformación
Las principales herramientas de los periodistas eran las máquinas de escribir, de cometer un error, tenían que volver a escribir y quizás por eso, Podestá quedó encantado con la llegada de la computadora, porque no solo podía corregir, reemplazar en la misma pantalla y con un solo click, sino que podía modificar párrafos completos.
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Por esos años, Luis Eduardo Podestá Núñez era corresponsal de la Agencia Associated Press y tuvo que poner empeño a sus clases de inglés. Un día llegó a su centro de trabajo en Lima y encontró grandes equipos en la sala de redacción y empezó a manipularlos. Al encontrar la similitud con la máquina, descubrió su funcionamiento como un niño que aprende a manipular un juguete nuevo.
Textos
El hoy periodista de 90 años de edad y 68 años de experiencia profesional también escribió libros como Algo que llamamos periodismo y El estilo periodístico, con el fin de ayudar en la redacción a sus colegas y jóvenes profesionales que llegaban a los medios de comunicación.
En estos años también laboró en medios como Expreso, Ojo, La República, así como en el área de prensa de la Oficina de Control de la Magistratura (OCMA) y la Corte Superior de Justicia de Lima, donde elaboró revistas el Poder Judicial. Fue presidente de la Asociación Civil de Comunicadores Independientes del Perú y a la fecha reside en Lima.