Apuesta por el abono natural
Apuesta por el abono natural

Un kilo de rocoto partido, remojado en veinte litros de agua, macerado por diez días y luego es rociado en los cultivos de papa, haba, arveja o espinaca, se ha convertido en una sana alternativa a los nocivos plaguicidas del campo en La Unión Leticia, distrito ubicado a 3450 metros de altura en Tarma.

El promotor de esta práctica es José Ramos, agricultor que comercializa lo que produce directamente con el Mercado de Productores de Santa Anita. “Acabo de vender espinaca, por ejemplo. Mi espinaca no solo es más sana, sino que además dura más. Una espinaca cultivada con fertilizantes sintéticos y con insecticidas, dura dos o tres días en la refrigeradora; la mía puede durar una semana y hasta más en las mismas condiciones”, sostiene José.

Abono natural

Esto también se explica por qué José Ramos ha reemplazado los fertilizantes sintéticos comerciales por compost, un producto natural que resulta de la mezcla de estiércol de animales del campo como vacas, caballos, conejos, cuyes, etc., residuos de cosecha, maleza, ceniza y abundante agua; el resultado es un producto rico en nitrógeno, fósforo y potasio (NPK) y microorganismos que no solo regeneran la fertilidad natural, cuidan la tierra, sino también al cultivo mismo.

Esta historia empezó en 2017, cuando José, junto con algunos comuneros de la zona, fueron convocados al proyecto «Emprende productor» impulsado por la Asociación UNACEM y la cooperación técnica internacional. Uno de los objetivos era «mejorar la fertilidad natural del suelo mediante el uso del compost, reduciendo el uso de los fertilizantes sintéticos», sostiene Winder Alcántara, ingeniero agrónomo y capacitador del proyecto.

Yachachic

Ahora, José es todo un yachachiq, es decir, un campesino que enseña con sabiduría a otros campesinos a cultivar orgánicamente, cuidar el suelo y cosechar mejor y más sano.

Nacido en Huancavelica y padre con cuatro hijos, a sus 53 años ya ha participado en varias pasantías a comunidades con experiencias exitosas en las que aprendió nuevas técnicas agrícolas. Con todo lo que sabe y lo que sigue aprendiendo, no pierde la oportunidad de seguir enseñando lo que sabe a comuneros de su zona.

Todo este esfuerzo por alcanzar cultivos cada vez más naturales, orgánicos y sanos busca, a futuro, ser reconocido por entidades fiscalizadoras como SENASA y certificadoras internacionales como Bureau Veritas, SGS, Bio Latina, NSF y otras.

VEA ESTO: La Oroya: mata a su amigo con una botella rota