Portada del libro y retrato del poeta limeño.
Portada del libro y retrato del poeta limeño.

Cuando le preguntaron al poeta Antonio Cisneros (Lima, 1942) qué propósito tenía escribir poesía, esta fue su respuesta: «Su función probablemente sea redimir de la locura a quien la escribe. Es una forma de conocimiento y de asumir las cosas». Cisneros las asumió desde la ironía, la crítica a la historia, el cuestionamiento a la solemnidad y la coloquialidad de su lenguaje, características que supieron darle vigor a una obra fértil en referencias transtextuales y una técnica de vanguardia con una influencia inglesa decisiva.

El año pasado, Lumen publicó su «Poesía Completa» bajo la edición del poeta José Carlos Yrigoyen. Es difícil plantear nuevos caminos de lectura respecto a Cisneros cuando, desde la academia y la prensa, se lo ha estudiado con tanto detalle. Y ahí se encuentra uno de los aciertos de esta reunión de su obra: Yrigoyen, en el prólogo, nos plantea no solo un panorama sino luces para descubrir nuevas posibilidades de lecturas e interpretaciones. Pone cada libro en su contexto, identifica los motivos de reconocimiento que tuvieron, subraya poemas desdeñados por el discurso oficial y pone en cuestión algunas particularidades de la poesía de Cisneros, como su remarcada ironía, su compromiso social o la fauna metamorfoseada que camina entre sus versos.

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Publicó 13 libros de poesía, entre los que destacan «Comentarios Reales de Antonio Cisneros» (Premio Nacional de Poesía 1964); «Canto Ceremonial contra un oso hormiguero» (Premio Casa de las Américas, 1968) y «Como higuera en un campo de golf» (1972). Es en estos textos donde se resume su poética, su universo y voz. Líneas cargadas de anécdotas escondidas, de lenguaje popular y versos largos, heredero de Eliot y Pound. Está además su influencia de la poesía inglesa y el modo confesional que adoptan sus composiciones, pero no como sujeto protagonista, sino referencial, alrededor de quien suceden las cosas que importan. El crítico Antonio Cornejo Polar destaca una característica que engloba lo antes mencionado: Cisneros, discípulo de Euguren, huye de lírica para buscar inspiración apartado de la “individualidad del creador”, asentándose en una poesía objetivista.

Particularmente, creo que el valor de volver a una obra como la de este gran maestro es el de reflexionar su inconformidad con la realidad. Camilo Fernández Cosman le ha llamado “ironía desmitificadora” a esta forma que tiene de desentronizar a las grandes figuras o fenómenos de la realidad para revelar, con mordacidad, su valor real. Se burla de libertadores de “grandes patillas sobre el rostro” que no necesitan moverse de sus palacios de mando, mientras “Otros sin tanta fortuna, han ocupado / dos páginas de texto / con los cuatro caballos y su muerte”.

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Como señala Conejo Polar, la obra de Cisneros “revela y esclarece el sentido del mundo real y de los procesos que lo constituyen”. Y esta es una oportunidad de revisitar esas nuevas puertas a la realidad que nos abrió el poeta.