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Frente al anda de san Francisco de Asís, en Ocopilla, un hombre toma su cerveza Pilsen en lata, se persigna y empieza a bailar. La Chunchada se llama la danza y son más de veinte personas que ahora se contonean vestidos con atuendos brillantes para homenajear al patrón del barrio. Dice una vieja frase popular que, si en la fiesta de Ocopilla no hay un muerto, no es fiesta. Este barrio tiene la fama de ser peligroso, de cuchillos y botellas volando, pero esta mañana acaba de terminar una misa para todo el pueblo y el primer conjunto baila en medio de una tranquilidad sospechosa.

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MIRA ESTO: El ritual de la vela negra, una práctica oscura que sigue vigente en la sierra central

“Antes sí, ahora es menos. Antes de la pandemia sí mataron a uno”, me cuenta un heladero de polo amarillo montado en su triciclo. Hay mucha gente alrededor, todos miran a los danzantes. Una mujer se acerca: “El problema era esas fiestas chicha que hacían, todos los mayoristas se venían, ahí hay malandrines. Ahora ya no hay”, cuenta Teodora Mendoza, una mujer mayor de pelo blanco que vive hace treinta años aquí.

Todos coincidirán en que la Ocopilla de sangre, broncas y chavetas ya no existe. Ahora la fiesta se ha ordenado, dicen. “Están prohibidas las fiestas acá, ahora cada pandilla va a su local y ahí celebran. Acá solo se viene a hacerle el baile a San Francisco”, dice Pilar, prioste de un conjunto de Shapish donde la mayoría de danzantes son mujeres. “Hay más policías, serenazgo y vigilancia particular”, agregan Karina Ibarra y Pilar Gonzales, dos de las danzantes.

En Ocopilla hay más de treinta conjuntos entre Negrería, Chonguinada, Shapish. Hoy solo algunos bailan por la calle principal. Las bandas de músicos más cotizadas están ahí: La Bosh, Tomapata. Al lado hay carpas de comida, ambulantes con gelatinas, juguetes, policías cuidando la seguridad pero sobre todo distrayéndose con el espectáculo.

En 2014, en este barrio mataron a sangre fría a los hermanos Gilver y Sandro Moya. El primero era policía. Hoy hay más de 100 efectivos en todo el barrio y se ha clausurado una fiesta en el local denominado Balón de Oro. “La gente ya tiene la predisposición de que es un lugar inseguro. Desde ayer (martes) más de 100 efectivos van a custodiar la seguridad”, dijo ayer el coronel jefe de la Macro Región Policial, César Ramos.

La fiesta seguirá durante tres días. Juan Camarena, uno de los fundadores, agradece a San Francisco los milagros que le hizo. Viajó hasta Asís, en Italia, a conocer la basílica del santo. Pero hay quienes más allá de la tradición cristiana prefiere la fiesta y parranda. Como el hombre que tomaba su cerveza Pilsen en lata. Han pasado algunas horas y ahora parece más alegre, baila mejor. Que siga fiesta.