La literatura infantil es aquella manifestación literaria que destaca por su imaginación y creatividad y, sobre todo, por estar destinada a los niños. Es importante precisar que la literatura infantil, por intentar serlo, no deja de ser literatura. Por el contrario, las producciones artísticas que reciben esta denominación tienen muy presente el criterio de calidad literaria y cuidado de edición. Hoy en día los textos de este tipo de literatura, sin alejarse de lo estético, tienen la importante misión de acercarse emocionalmente a los intereses de la niñez.
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El libro Las aventuras de Burroberto de Noelia Mendieta cumple acertadamente con las virtudes que posee la literatura infantil. En primer lugar, existe un significativo cuidado de edición, sobre todo, en los dibujos que acompañan a la historia. En cada pasaje del relato, las ilustraciones de Kelly Tasayco no solo complementan las ocurrencias de Burroberto, también permiten otras posibilidades de lectura e interpretación. Sobre la calidad de esta obra infantil, la historia misma es un acto de creatividad e imaginación, pues los lectores nos situamos en un escenario en el que nuestra racionalidad es desafiada constantemente con escenas mágicas e irreales que poco a poco terminamos aceptando. La escritura es cuidadosamente sencilla; “entre arrozales, plantas de maíz y viejos cocoteros, la familia Chiroque se encontraba reunida en el corral, esperando con ansias y preocupación el nacimiento de un nuevo pollino”. El lenguaje, en este sentido, tiene la sencillez tan natural y cotidiana que caracteriza a la humanidad.
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La historia de Burroberto
El personaje principal del relato se llama Burroberto, nombre que nace de las palabras ‘Burro’ y ‘Roberto’. Su familia decidió llamarlo como su dueño, pero poco a poco este simpático animal fue mostrando ciertas peculiaridades que lo hacían único y diferente; ni la denominación de ‘burro’ ni la de ‘Roberto’ servían para denominar todo lo que representaba. Aun cuando el nombre de Burroberto nace de lo anecdótico, pienso que este nombre es simbólico para la historia misma, pues lo que principalmente resalta del protagonista es su capacidad de cobijar cualidades que son entendidas solo desde lo humano. Desde sus primeros años, Burroberto no reniega del trabajo que le toca desempeñar, pero sí cuestiona para sí los prejuicios que le hemos asignado a los burros; “no era el trabajo físico su preocupación, sino más bien la responsabilidad de hacer algo para reivindicar a sus hermanos. Se ponía intranquilo de la rabia cuando escuchaba cómo las personas utilizaban la palabra ‘burro’ para tachar a alguien de ignorante”. Cabe precisar que Burroberto aprendió a leer y vivía cada día emocionado por conocer más. La literatura muchas veces desmitifica ideas y pensamientos que entorpecen la convivencia; en este caso, la existencia de Burroberto se alinea muy bien a esta premisa última.
En la historia hay un momento mágico y mítico: Burroberto se encuentra con un ancestral padre algarrobo, un ser de la naturaleza que acude a brindar ayuda al que más lo necesita. Pienso que esta escena es principalmente una metáfora de la unión y la armonía que debe existir entre los seres vivos y el medioambiente en el que se desarrollan. El árbol no solo es testigo del devenir de muchos seres; además entiende las dudas y circunstancias por las que está pasando el burro protagonista. Solo los personajes de corazón limpio y honesto son capaces de entender esta concordia, quizá por eso el atávico algarrobo ya poco se comunica con los humanos. No olvidemos que en la literatura los árboles se compadecen principalmente de las almas buenas.
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La pasión por la lectura
Ya otros textos de la literatura han usado la figura del burro como protagonista; pienso inmediatamente en el entrañable y tierno Platero de Juan Ramón Jiménez. Ahora bien, Burroberto -sin dejar su sencillez y humildad- destaca por su inteligencia y su capacidad de cultivarse; no solo aprende a leer y entender la comunicación de los humanos; (“con el paso del tiempo, ¡Oh, sorpresa!, Burroberto aprendió a leer”); también logra ser entendido; es decir, aprende a hablar. Las circunstancias mágicas de por qué se da esto están muy bien narradas por la autora, por eso, dejaremos que el lector las descubra por sí mismo; pero, lo que sí podemos decir es que Burroberto logra entender que su voz no solo es para satisfacer sus necesidades, también sirve para comprometerse con las necesidades del otro. La historia no termina con el final del protagonista, sino con el constante compromiso de que su voz lleve por todos los pueblos el mismo amor por la lectura que hizo de él un burro lector y comprometido con el aprendizaje; un burro que se aleja de la imagen convencional que tenemos de los animales y nos hace cuestionarnos a nosotros los lectores qué de humano aún nos pertenece.