Los relatos populares siempre han sido fuente de vitales enseñanzas. Así lo evidencian las innumerables publicaciones que los recogen, adaptan o recrean. “El gran Baúl y otros relatos vueltos a contar”, publicado por el profesor Samuel Hernández Natividad, en el año 2019, es una valiosa muestra de ello.
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Estos relatos, cual fábulas o parábolas, subordinan la belleza de la palabra para mostrar a la vida humana con todas sus limitaciones y certezas. Son narraciones que materializan las experiencias de personajes que han sabido transitar por la inefable vida y que han recogido el conocimiento popular que caracteriza a los hombres sabios.
HISTORIAS. En el cuento “Humberto y el águila”, por ejemplo, el protagonista tiene 93 años y, en su rol de abuelo docente, comparte una gran lección: “busca un momento apropiado para liberarte de tu pasado, renuévate y vive plenamente”. La alusión a la vida del águila, en esta historia, resulta muy significativa, pues el protagonista se vale de la analogía para llegar a esta valiosa máxima.
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Otro de los relatos que posee las mismas características estructurales y temáticas es “Adriano y el alacrán”. El abuelo Adriano lucha por salvar a un alacrán, a pesar de que este no abandona su actitud defensiva. Al final del cuento, luego de salvar al animal, el sabio personaje exhorta a su nieto para que “nunca cambie su esencia y recuerde el arte de ayudar”.
El aprendizaje que nos lega la cotidianeidad es una constante en los relatos de este libro. Sobresale la presencia de la naturaleza no solo como el espacio físico en donde se desarrolla la historia, sino también como el escenario teatral que ejerce significativa influencia sobre la forma en que cada personaje siente y piensa la vida.
De acuerdo con Ángel Zapata, los cuentos populares articulan invariablemente tres dimensiones: “la dimensión de la acción, la dimensión de la conciencia y la dimensión de la tensión”. La primera hace referencia a las experiencias peculiares y a los acontecimientos propios del relato; la segunda comprende los pensamientos y las reflexiones que los personajes comparten como fruto de los hechos vividos; y la tercera dimensión (que aparece entre las dos primeras) muestra el constante conflicto que enfrenta a los personajes y crea un clima de tensión.
En las breves historias de este libro, sobresalen significativamente las dos primeras dimensiones.
En el relato “La casa de Alberto” se ejemplifica claramente la primera dimensión, pues el protagonista ha transitado toda su vida en el mundo de la construcción y ya -con avanzada edad- decide jubilarse, luego de haber acumulado una vasta experiencia. Por su parte, en el relato “Agustín y la ratonera” destaca la reflexión de un ratón ante el peligro que lo acecha; “el ratón caviló: ¿qué tipo de comida podrá haber allí? (..) el roedor recordó que su padre había muerto en un objeto parecido a ese”. La reflexión no solo gira en torno al peligro inminente; también es notorio cómo en la subjetividad del roedor habita una experiencia muy terrenal y humana como la muerte del padre.
MÁXIMAS DE VIDA. A diferencia de las dos primeras dimensiones, la tercera no termina de consolidarse en la medida en que los relatos de “El gran Baúl y otros relatos vueltos a contar” son de fácil lectura y, sobre todo, de breve extensión. Esta característica da pie a que el conflicto se resuelva rápidamente para darle paso al mensaje y a la enseñanza de vida.
Las historias recogidas o recreadas por Samuel Hernández Natividad no cuentan en sus pocas líneas toda la historia de la humanidad; relatan, eso sí, de manera continua un instante clave de una sola vida que es como la de todos. En cada página transitan personajes característicos de la serranía de La Libertad que huyen de las penurias para encontrar “la fiesta de la insignificancia”. Por ejemplo, en los relatos “Faustino y la gran roca”, y “Mayta y el brujo” los protagonistas terminan sentenciando una máxima de vida mientras disfrutan de lo cotidiano.
En “El gran Baúl y otros relatos vueltos a contar”, cada una de las historias está provista de lecciones que pretenden ser ejemplos de vida. Esta característica abre una discusión en el ámbito de la crítica y la reflexión. ¿Tienen un valor literario este tipo de relatos? ¿El propósito moralizador del relato lo acerca o lo aleja de la literatura? Desde mi perspectiva, lo moral no es un componente determinante en la valoración literaria de un relato, como tampoco lo desmerece, si es que el autor ha decidido hacer uso estético de este recurso.
EL EJERCICIO DE RECONTAR. El título del libro parece anticiparse a esta discusión: muchas de las historias ya han sido contadas. Samuel Hernández las vuelve a contar. Pero en este ejercicio de recontar, el autor logra recrear en el imaginario colectivo un conjunto de relatos que, desde diferentes épocas, regresan para contextualizarse en la realidad de cada lector. Este es su principal valor. Los cuentos de este libro nos permiten pensar en cómo la vida, alejada de todas las complicaciones, puede ser disfrutada de forma tan simple, tan humana.