Caminan unas ocho cuadras del pueblo, cargan una cruz y reciben latigazos cada vez que les toca descansar. (Fotos: Johnny Aurazo)
Caminan unas ocho cuadras del pueblo, cargan una cruz y reciben latigazos cada vez que les toca descansar. (Fotos: Johnny Aurazo)

En la localidad de Calipuy, ubicado en la provincia de Santiago de Chuco, en la región , se alistan para cumplir con la tradicional y costumbre de la procesión de Jesús en su urna, pero que tiene como peculiaridad castigar a latigazos a todos los penitentes.

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Esto forma parte de la tradición en Calipuy y que se celebra el Viernes Santo por la noche.

Los penitentes visten una sábana de color blanco que le cubre todo el cuerpo, de pies a cabeza. ¿Quiénes son los penitentes? Algunos suelen ser adultos, adolescentes y aunque también hay niños. Ellos salen de la iglesia y recorre toda una manzana del pueblo. En medio del camino, castigan con sus látigos a tres penitentes: dos cargan una cruz pequeña llamada cargapalo y otro, la cruz alta.

Además, los penitentes llevan zapatillas de distintos modelos y el que carga la cruza, va descalzo. Algunos de los hombres, liban licor y otros mascan hoja de coca con cal de mariscos, según ellos, para “motivarse”.

¿Cómo se eligen a los penitentes? Tres son elegidos un año atrás. Según cuentan, es una manera voluntaria de pagar sus pecados y muestra de fe en Semana Santa. Ellos cargan una cruz y caminan ocho cuadras, pero cada vez que paran a tomar un descanso, reciben latigazoss que son de de cuero de vaca o de penca, trenzado o torcida.

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Y cuando regresan a la iglesia, cansados y castigados, los pobladores los recibe en la puerta, como una manera de haber sido testigo de sus penitencias.

Con esta tradición, el pueblo de Calipuy recuerda al “Currubano”, un personaje de la vida real que se autoflagelaba como una forma de pagar sus “terribles” pecados. El sacerdote del pueblo era el que le ponía la penitencia. O iba a la cárcel o él mismo se flagelaba con un chicote y una tabla llamada “disciplina”. Ambos objetos llevaban clavos y si la decisión era no ir a la cárcel, debía cumplir su penitencia durante siete años o igual número de Semana Santa.