Manuel Jesús Ramírez Felipa, más conocido como ‘Manolo’, se hartó de un ambiente tan común para aquellos que viven en la ciudad: congestión vehicular, renegar con el cobrador, viajar apretado, inseguridad ciudadana, respirar aire contaminado y soportar el ruido de una metrópoli que no deja de crecer. Un día de 2008 decidió dejar Lima para vivir en una modesta vivienda en el anexo Ihuanco, en Cerro Azul, Cañete, rodeado de la naturaleza.
Acompañado de sus tres fieles perros, ‘Manolo’ nos cuenta por qué decidió vivir solo en un lugar que está alejado de la capital y se dedica ahora a sembrar uva, albaricoque, pacay, higo y mango.
“Me cansó el cemento, aquí es más natural. En 2008 salí de la ciudad. Lima es mucho cemento, manejando (gesto de aburrimiento), en cambio aquí me despiertan las carretas que bajan con su 4x4, que son cuatro burritos (risas)", dijo Manolo con una sonrisa que se dibujó en su rostro.
Cada mes un camión cisterna lo abastece de agua y en las noches usa linternas que son expuestas al sol durante el día para que se recarguen de energía. Él no usa televisor, ya se cansó. Su distracción es la lectura y consume párrafos hasta perder la noción del tiempo.
“Solamente paneles solares. Tengo mi linterna para la lectura porque me gusta leer. En la noche sobretodo, de cuatro a cinco horas, a veces me doy cuenta y son las tres de la mañana y tengo que dormir aunque sea un rato. Ahora estoy leyendo ‘Morir para ser yo’, de Anita Moorjani. Me gustan los libros que tienen que ver con la vida”, cuenta.
‘Manolo’ no es soltero, tiene esposa e hijos adultos, quienes viven en Lima y lo visitan cada cierto tiempo. “Mi señora y mis hijos están en Lima. No me separé. Ellos son más citadinos, a mi hija sí le gusta el campo. En nombre de mi señora este fundo se llama Alyimal porque ella es descendiente de árabes. Ellos vienen o yo voy de vez en cuando”, narra el sexagenario.
La tierra es generosa y Manuel Ramírez tiene buena producción de uva. Por ese motivo, elabora pisco borgoña y vino semiseco que vende a sus conocidos o invita a las personas que lo visitan.
“Una parte de la producción de la uva la vendo y también sale para producir mi pisco. También tengo uva de mesa, eso solamente para la familia y las amistades que vienen y ‘gorrean’, con toda confianza”, manifiesta mientras las personas que lo visitaron se sonrojan antes de soltar una carcajada.
¿Por qué eligió Cañete para vivir?
Por amistades que tengo en Lima, que son de acá. Uno de ellos es mi ‘compadre’, quien es Enrique Lara. Poco a poco, conociendo las amistades de acá, como la familia Padilla, se me presentó la oportunidad porque yo quería algo más pequeño, mil, dos mil metros, pero se me presentó casi una hectárea. Encontré blanco ese terreno y comencé a sembrar y hace cinco años que estoy elaborando pisco.
¿Una reflexión que le deja la vida?
El ser humano no se debe de alejar tanto de la naturaleza porque es lo que te da vida y tus pulmones respiran aire puro.