Todo comenzó con síntomas propios de una gripe común, pero se agravó cuando empecé a botar sangre por la boca. Entonces me asusté y llamé a un primo médico que, de inmediato, me llevó a un hospital de Piura. Allí comprendí que la muerte era una posibilidad real.
El viernes 6 de mayo empezó mi pesadilla. Según cuentan mis padres, de pequeña nunca me dieron fiebres tan altas, como las que experimenté ese día. El termómetro llegó a marcar 38.5 °C, pero le resté importancia pensando que era por la gripe. Sin embargo, a la fiebre se le sumaron los escalofríos y el dolor del cuerpo. Tomé paracetamol.
Al día siguiente, muy temprano, fui a la posta del asentamiento humano Tacalá, en el distrito de Castilla, una zona movida por los constantes asaltos y robos. Unos amigos me recomendaron hacerme un descarte de dengue. Al llegar a la zona de dengue, había solo una enfermera que me pidió sacarme una prueba de descarte de COVID-19. En la víspera había estado vomitando varias veces.
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Salió negativo para Covid-19 y volví a la zona de dengue, para hacerme la prueba de descarte. Afuera había cinco personas esperando su turno. Les pedí permiso para consultarle a la enfermera si hacían pruebas de descarte de dengue y me respondió preguntándome cuántos días llevaba con síntomas. Le dije que dos y le enumeré los síntomas. Me miró con desprecio y me gritó: “tienen que pasar tres días (con síntomas). Vuelve el lunes, pasa consulta y, si el doctor te dice que tienes que sacarte la prueba, vienes. De lo contrario, no vengas”. Sus palabras me hirieron y se sumaron a la larga cadena de dolores que cargaba ese día.
Antes de despedirme, le pregunté qué medicina tomar y me respondió que no podía recomendarme nada porque no sabía qué tenía. ¿Me automedico, entonces?, le dije y me marché furiosa. En casa los dolores se agudizaron. El domingo, Día de la Madre, con el cuerpo hecho trizas y sintiendo el cuerpo pesado, fui al hospital José Cayetano Heredia, del Seguro Social. Me hicieron la prueba de dengue y salió positiva. No me asusté, porque sabía que el dengue es endémico en Piura y es como tener gripe. Eso creía. Estaba equivocada.
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El médico me dijo que mis plaquetas estaban bajando y debía hospitalizarme. De inmediato pensé en mi hija, en mi familia que había llegado a casa para celebrar el Día de la Madre. Le consulté al doctor si había otra opción. Me dijo que podía pedir el alta médica, pero si algo malo pasaba debía asumir mi responsabilidad.
Los dos días siguientes solo fui al hospital a controlarme las plaquetas. Me habían explicado que el dengue las hacía bajar rápidamente. El martes llegaron a 44 mil, cuando el mínimo era 150 mil, según me explicaron las enfermeras. Aun así, regresé a casa. La madrugada del miércoles 11 de mayo, mientras dormía, sentí un sabor diferente en mi boca. Fui al baño y escupí rojo. Era sangre. Me asusté. Llamé a mi primo que es médico. De inmediato me llevó al hospital, donde nos dijeron que mis plaquetas habían descendido a 41 mil.
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Cuando en los cuadros clínicos de dengue se presenta sangrado, lo llaman dengue hemorrágico y es mortal. Eso lo sabía por mi profesión. Como periodista uno sabe muchas cosas, pero ninguna a la vez. El médico le dijo a mi primo que debía quedarme internada. En ese momento solo pensé en mi hija, que había quedado bajo el cuidado de mi hermana.
En el área de dengue todo era triste: las camillas, las paredes, el silencio a ratos, el ruido de las ambulancias. Mientras me vestía con una bata blanca, veía cómo las enfermeras corrían de un lado a otro, atendiendo a sus pacientes. Unos pedían agua, otros un depósito para miccionar. Escuché que el paciente de la cama 5 quería levantarse, pero estaba “volando” en fiebre.
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Los cuidados en el hospital fueron dignos de aplaudir; muy diferente a la atención en la posta de Tacalá. Pasé cinco días en el hospital de Essalud, sin levantarme de la cama, recibiendo la visita de amigos y familiares, atendiendo llamadas y mensajes de conocidos. Pero también pensando en que podía morir y no vería jamás a mi hija. Un domingo, sin embargo, me dijeron que podía ir a casa, pero a seguir cuidándome. Una recaída a esas alturas hubiera sido trágica.
Ahora sé que el dengue sí mata. Que, si bien yo me libré, muchos no tuvieron esa dicha. En lo que va del año, esta enfermedad causada por el zancudo aedes aegypti ha matado a 25 personas en Piura. Nuestra región encabeza la lista con más casos en todo el país. Los especialistas recomiendan tapar bien los depósitos de agua, desechar las botellas o depósitos que sirven como criaderos. Deben hacerles caso. Una picadura puede ser mortal. Esta vez yo me salvé. Quizás la próxima no corra la misma suerte.