A 30 años del lanzamiento de “Que me parta un rayo”, álbum considerado un clásico del rock en español, Christina Rosenvinge conversa con Correo sobre la trascendencia de un disco que será interpretado en concierto en el Centro de Convenciones Barranco el próximo 11 de octubre. “Me siento muy honrada con la idea de que este disco sea un clásico y que lo puedan seguir tocando una y otra vez para las nuevas generaciones”, afirma la cantante y compositora que radica en Madrid.
¿Hay alguna explicación para la vigencia de un álbum desde hace tres décadas?
Durante un cierto tiempo estuve en conflicto con la cuestión de que yo quería que la gente escuchara lo último que yo había hecho, y estoy consciente de que hay gente que tiene un vínculo especial con Que me parta un rayo. Creo que mi último disco “Un hombre rubio”, le puede gustar a la misma gente que le gusta “Que me parta un rayo”, pero entiendo que este disco pertenece a los noventa, que le dieron un montón en las radios, los videoclips, en su momento no solo fue una bomba a nivel musical, sino casi a nivel sociológico, es algo que excede mi propia carrera.
Hay discos y libros que envejecen bien, ‘Que me parta un rayo’ es uno de ellos.
La verdad, he estado alejada de ese disco hasta que lo volví a tocar en enero del año pasado, y cuando volví a montar estas canciones me di cuenta de la potencia que tenían y por qué siguen tan vivas. Ese disco pertenece a un momento en el que había también una energía muy primaria por mi lado, yo me había ido del dúo en el que estaba y este era el primer disco que yo componía y tenía muchas cosas que decir. Por un lado, proponía unas letras muy trabajadas, y por otro lado la música era la de alguien que aprendía a tocar la guitarra.
Tú la has pasado difícil en la industria por ser mujer, o ya te tocó un poco más complaciente, menos sexista. La he tenido difícil en ciertos momentos. Ha jugado a mi favor que el álbum “Que me parta un rayo”, con esas letras, viniera desde una primera persona femenina y le dio un lugar que llamara mucho la atención. Ese disco fue distinto a todo lo que se estaba haciendo y convocó por eso, entonces, en ese caso yo creo que jugó a mi favor.
¿Y cuándo sentiste lo contrario? En otros momentos creo que la industria me ha jugado en contra. Cuando lancé “Mi pequeño animal”, por ejemplo, que fue un disco más rockero y experimental, más oscuro, pues creo que no se abrió paso en los festivales de rock que son cien por ciento masculinos, porque les costaba mucho hacerme un sitio. Creo que en general es más fácil tener una carrera si eres hombre, ahora si eres mujer no es que sea imposible, yo he cumplido 60 años con la guitarra colgada, hasta hoy vivo de esto, y tengo dos hijos que he criado sola, todo con la música que hago. Esa es una prueba que sí se puede.
¿Y en estos tiempos se puede hacer música al margen de la que está de moda?
Sí, hay unas líneas mayoritarias de lo que marca la industria, pero eso no quiere decir que hay muchísima gente que también quiere oír música más personalizada. Hay público para todo, lo importante es no flaquear y seguir tocando.
Hay quienes piensan que si no se alinean a la tendencia nadie escuchará su música.
Lo realmente complicado es vivir de la música que haces, porque de la manera que está construida la industria ahora mismo, es difícil vivir de ella. Era más sencillo cuando podíamos vender la música en un formato, porque esa era una ganancia asegurada si te compraban un disco e ibas a poder grabar el siguiente. Ahora, con toda esta distribución digital es un poco tierra salvaje.