“Enérgico, lúcido y con mucha ilusión por lo nuevo”, así se describe Osvaldo Cattone, quien desde los 8 años era el niño preferido de todas las grandes obras en su natal Argentina. Llegó al Perú a cambiar el rumbo del teatro y hoy después de más de 40 años continúa con su labor desde su rol como actor y director. Actualmente dirige la divertida puesta en escena “Buenos vecinos” que va hasta el 25 de mayo en su propio espacio, el Teatro Marsano.
Cuándo llega al Perú, ¿cómo ve el panorama teatral?
No había una industria. Todo era empírico, las personas lo veían como un hobbie, no había una verdadera profesión de actor. Siento que esto se formó con mi llegada.
El sueño de muchos actores es tener su propio teatro y usted lo logró...
Eso es lo mejor que me pasó, fui visionario. Al inicio, Augusto Ferrando me decía: ‘no tomes el Marsano porque queda en Surquillo y la gente de bien que asiste al teatro no va por ahí’, pero se equivocó, desde el primer día que abrí se llenó.
Casi 80 años dedicados al arte, ¿la sensación es la misma al entrar a escena?
Sí. El año pasado que hicimos “El padre”, cada vez que entraba el corazón me latía fuerte y me sentía feliz con los aplausos. Sin duda, ese es el dinero que los actores reciben del público.
La mayoría de actores le tiene mayor afinidad al teatro que a la televisión, ¿cuál es la razón?
El teatro da un prestigio que no te da otro arte. Por eso, grandes actores como Meryl Streep hacen películas, pero siempre vuelven al teatro. En el cine se gana dinero y en el teatro se gana prestigio.
Alguna vez comentó que “envejecer no se lo deseo a nadie”, ¿por qué?
Todo el mundo sabe que es mejor ser joven y sano que viejo y enfermo. Sobre todo cuando estás cerca al final. Tengo 87 años y me siento bien, pero sé que en algún momento me tengo que morir. La gente no se muere en orden cronológico o porque fuma o toma, la gente se muere cuando le llega la hora. En mi caso, quizás no llegue ni a mi próxima obra, aunque espero que sí, porque adoro vivir.
¿Se siente feliz con lo alcanzado?
Quizás debí invertir mejor para tener más plata, pero eso ya no importa. Ahora estoy bien, no me falta nada. Soy una persona positiva, sin rencores, entregada a mi público. Me levanto todas las mañanas y estoy contento por no haber muerto en el sueño. Me siento querido. Si me quejo sería un desagradecido. Tengo la vida que quise y que labre en el país que amo.
¿A qué le tiene miedo?
No sé si sea miedo, pero no me gustaría morirme. No me agrada la idea de estar en un horno y que me cremen o estar dentro de un cajón y comido por gusanos.
¿Habrá vida después de la muerte?
A lo mejor sí. Me gustaría encontrarme con un fantasma y preguntarle qué hay después, porque lo que sabemos por ahora ha sido inventado por el hombre.
Yendo al tema de la obra, ¿qué tan buen vecino es usted?
No me meto con nadie. Tengo una casa con gente que me cuida desde hace 45 años.
¿Le ha tocado vecinos entrometidos?
Cuando recién me mudé, un grupo de damas se me acercaron para decirme que contaban conmigo para los eventos y yo dije: “Me he cambiado de casa para estar en un lugar tranquilo”. En mi antiguo hogar muchas chicas me tocaban la puerta (risas).