"Él quería conocer a su hijo. Quería cargarlo, sentirlo, abrazarlo. Dios le concedió ese último deseo". Las palabras de su viuda Juliana Ramos, tal vez resuman lo que en vida fue el gran Pepe Vásquez: apasionado, intenso, leal; sentimientos que en el último tramo de su vida volcó a su otra gran pasión: su familia. Y es que al criollo no le importó arriesgar la vida con tal de conocer al más pequeño de sus hijos, Priamo Porfirio Vásquez, quien se había convertido en su principal motivación para aferrarse a la vida.

Pepe murió la tarde del martes. Una infección generalizada decidió su partida. Sus restos fueron conducidos a la sede de APDAYC en Miraflores, donde fueron velados a puertas abiertas, cómo había sido su deseo. "Pepe era del pueblo. Lo conozco desde que era pequeño y alternamos en más de una oportunidad en el extranjero. Ojalá que su partida nos haga reflexionar sobre los peligros de la diabetes y que al artista hay que homenajearlo en vida, no cuando se está muerto", señaló Melcochita, compadre espiritual del interprete del Jipi Jay.

Su hijo mayor, Junior, prefirio recordar la alegría que siempre caracterizó a su padre. "Mi viejo tenía la sonrisa a flor de piel. Ni en sus momentos más difíciles dejó de sonreír. Espero que todos lo recuerden por su música y por la alegría y el cariño que le tenía a nuestro país. Como el mismo decía, no es más que un hasta luego, no es más que un breve adiós..."

Los restos del entrañable cantante serán trasladados en las próximas horas a la sede del Museo de la Nación, donde recibirá el homenaje de las autoridades y sus fanáticos. Hasta siempre, Pepe y buen viaje. Fotos: G. Córdova

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