“Las Agroferias Campesinas logran un difícil equilibrio en momentos de gran incertidumbre. Han logrado ser un modelo sostenible”, comenta Andrés Ugaz
“Las Agroferias Campesinas logran un difícil equilibrio en momentos de gran incertidumbre. Han logrado ser un modelo sostenible”, comenta Andrés Ugaz

En Lima tenemos todo, todo el año. Esta frase, los limeños  si no la hemos dicho, de todas maneras la hemos escuchado. Sin culpa y quizá con cierta autosuficiencia y sin advertir el costo que ha implicado en los últimos años alimentar -con todo, todo el año- una de las ciudades mas pobladas del continente. No reparamos en el impacto directo y en la fragilización de los recursos naturales. Ya casi un tercio de los suelos está dañado, nuestra biodiversidad está amenazada y en el camino los monocultivos ganan mientras todos perdemos.

El querer tener todos nuestros productos cuando se nos antoje le puede costar a las siguientes generaciones, no solo por la pérdida de los productos y especies, sino por otra pérdida más veloz y silenciosa que se representa en la erosión cultural. Alterar la dinámica productiva en el campo, de por sí ya afectada por el cambio climático, es alterar las dinámicas sociales, rurales, los momentos de preparación de la tierra, la siembra, la cosecha. Implican distribución de roles dentro de las familias, preparaciones asociadas a cada jornada, incluso verdaderos rituales y activación de las ferias como espacios de intercambios y sociabilización.

Compromiso. La decisión de qué comer, y dónde comprar, nunca antes fue tan política. Lo que estamos viviendo no sólo nos mueve a pensar en alimentarnos mejor para fortalecer nuestro sistema inmunológico, sino también a pensar en la importancia de nuestro entorno que en este último año nos demostró, mientras lo mirábamos desde nuestras ventanas, que la pasó mejor sin nosotros. Decidir qué comprar, y dónde, nos define y representa nuestro más profundo compromiso por el mundo natural y las familias de productores. Implica una decisión personal en casa y es un mensaje cifrado futuro para nuestros hijos y en el agregado de las millones de familias de una gran ciudad, afecta al clima, a la biodiversidad, a los recursos naturales y las condiciones de vida de familias rurales. Históricamente los mercados y las ferias son aglutinadores sociales y dinamizadores vitales, dada la cercanía que se da entre las caseras y caseros con el vendedor o vendedora, y que además de estrechar los vínculos, representan el perfecto contrapeso en la deshumanización de los entornos urbanos.

Son además los órganos vitales que le dan vida a nuestras cocinas regionales y es esta función que inspiró a las Agroferias Campesinas, desde los tiempos en que la feria Mistura logró el mercado más grande, bello y representativo que una feria haya logrado en el Perú. Desde ese entonces su actual gerente Carlos Lazo, ya era parte del equipo que coleccionó los  productos de nuestra diversidad como Nabokov los hacia con mariposas, y esencialmente fue construyendo con las familias campesinas la confianza para luego, vía un proyecto con Apega y el BID, instalar la feria en Magdalena.

Esta experiencia ha sido estudiada por el proyecto Back to The Roots del FIDA, cuyo socio en el Perú es la Universidad Católica. En palabras de su vicerrector Domingo González, aquellas experiencias que contaban con estrategias y contenidos sólidos durante la pandemia, son las que se hicieron fuertes y crecieron.

Este fue el caso. Las Agroferias Campesinas cuentan con un equipo gestor que logró sentarse con la Municipalidad de Magdalena y la Beneficencia de Lima, y juntos con desprendimiento y mucha solidaridad, lograron instalarse a la espalda del Puericultorio Pérez Araníbar con todos los protocolos sin perder el espíritu ferial.

No sólo funcionan los domingos, como era antes de la pandemia, ahora están de viernes a domingo y además de Magdalena, también están en San Isidro -cuadra 11 de Aramburú- los sábados y domingos. Han logrado un relevo generacional ya que los hijos de los productores, que ya vivían en Lima, se pusieron al frente del negocio familiar. Más del 60% de puestos son liderados por mujeres y en momentos tan complejos, algunos de los productores llegan a vender hasta el 70% de lo que vendían antes del meteorito.

El antropólogo Hernán Cornejo afirma que además de contar con una gran variedad de productos, los feriantes marcan la pauta del consumo urbano, respetando la estacionalidad y sobre todo fomentan la continuidad de patrones alimentarios (recetas, preparaciones/almacenamiento) y hábitos de consumo de 21 regiones del Perú a las familias de Lima.

Las Agroferias Campesinas logran un difícil equilibrio en momentos de gran incertidumbre. Han logrado ser un modelo sostenible, ya que son una asociación formada por los productores que hace más de 4 años navegan solos y que apostaron por tener una gerencia y un modelo de gestión empresarial.

Se sostienen en cadenas de valor justas, transparentes y eficientes en cuanto al uso de recursos naturales. Significan un paso decisivo en la transición alimentaria de nuestra ciudad, sin proponer que sean la única forma de abastecimiento de Lima, pero sí un referente. Y cada uno de los feriantes es en sí mismo una promesa para los muchísimos productores de todo el Perú que han expresado su voluntad de sumarse a las Agroferias Campesinas y que esperan la gestión visionaria de los alcaldes de Lima y el Callao, y gobernadores regionales de todo nuestro país, para replicar una agroferia en sus distritos y regiones acercando productos saludables con identidad, diversos y accesibles a sus vecinos. Bajo un modelo probado que representa de la manera más honesta, el paradigma que la cocina peruana le propuso al mundo por medio de un nuevo contrato social, iniciado por la alianza cocinero -campesino, ahora se ve fortalecido por el vínculo histórico casera- campesino.