“También se necesita una comunicación cercana, amable, que respete al consumidor y no lo trate como tonto. Un cliente informado será fiel, consciente y crítico”, escribe Vanessa Rolfini Arteaga.
“También se necesita una comunicación cercana, amable, que respete al consumidor y no lo trate como tonto. Un cliente informado será fiel, consciente y crítico”, escribe Vanessa Rolfini Arteaga.

Estos tiempos —donde las novelas de Orwell, Bradbury, Huxley e incluso la peruana Rosa Arciniega, que describen futuros improbables dominados por las máquinas, el conflicto, el control social y el agotamiento de los recursos naturales, entre otros temas de los que el café y el cacao no escapan— nos obligan a preguntarnos: ¿cómo sobrevivir al caos, a los cambios y a la incertidumbre?

No tengo la contraseña que me dé acceso a una visión de lo que sucederá en 2026, pero tomando en cuenta los tiempos recientes, me atrevo a proponer algunas acciones que pueden ayudarnos a navegar aguas turbulentas. Los problemas están ahí: plagas y sequía como consecuencia de la crisis climática, el ascenso desquiciante de los precios, cambios en el consumo, tensiones políticas en territorios productores, legislación nacional e internacional ambigua, dificultad para encontrar mano de obra, sobreoferta, sobredemanda y especulación. Todo esto hace que cualquier productor o emprendedor se sienta pequeño, frágil y vulnerable. ¿Qué hacer entonces?

Crear comunidad. Trabajar en equipo, ver al otro como aliado y no como competencia. Con reglas de juego claras y respeto. Qué difícil es hacer entender esto. En Perú, por ejemplo, son por lo menos tres décadas de investigación, cooperatividad y aprendizaje. No basta con tener una genética excepcional porque no es garantía de calidad, esto es solo fracción de la historia. El intercambio de información y sentido de comunidad es clave. Hay que dejar de lado las diferencias personales y enfocarse en un objetivo común.

Atender y expandir el nicho. Tanto el café como el cacao de calidad siguen resultando productos de nicho, es decir, solo un público muy pequeño está dispuesto a informarse y pagar su verdadero valor. Hay que seguir cultivando estos espacios con la visión y convicción de que pueden crecer más, porque el trabajo en equipo crea sinergia. Por otra parte, informar con claridad y constancia, comprometerse con la calidad y la veracidad de lo que se ofrece. Considerar que si al otro le va bien, a ti te irá mejor, porque ambos ganan un cliente.

Flexibilidad. No todas son tabletas oscuras de chocolate o filtrados de café de especialidad. Qué tal si incluimos otras mezclas y formatos pensando en los cambios de hábitos y gustos, donde la vida saludable gana espacio, así como la coctelería, snacks, pastelería, etcétera. Es importante darle la bienvenida a lo distinto y abrazarlo.

También se necesita una comunicación cercana, amable, que respete al consumidor y no lo trae como tonto. Un cliente informado será fiel, consciente y crítico. Sus opiniones cierran un círculo que se nutre de la retroalimentación, pero también entendiendo que el paladar de todos tiene historia física y emocional, donde caben opciones vinculada a la tradición y a hábitos que no siempre son difíciles de erradicar, pero sí de modificar.

Estas son solo algunas propuestas, cada uno está en libertad de tomarlas, solo pido que dejemos de pensar que el cambio no nos alcanzará. Eso ya sucedió.

Nota de la autora. Gracias por otro año donde me siento honrada y agradecida de compartir con todos los lectores. Felices fiestas.

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