El bacalao es un pescado blanco con bajo contenido graso, que es muy popular para las recetas de Semana Santa. Como señala la nutricionista de Oster, Adriana Carulla, este pescado es rico en proteínas de excelente calidad, además posee vitaminas del complejo B (B1, B2, B6, B9, B12), vitamina D y minerales como fosforo, sodio, selenio y potasio.
El porcentaje comestible de este pescado es del 75%, es decir se aprovecha en gran medida. Por su bajo contenido graso, resulta de digestión fácil y de pocas calorías.
La presentación comercial más habitual es seco– salado el cual es mucho más calórico y con un gran porcentaje de sodio.
Desalar el bacalao sigue siendo una tarea un poquito complicada. Por eso debes
organizarte con dos días de anticipación para no tener sorpresas. La especialista
recomienda:
1. La mejor forma para desalarlo es cortarlo en trozos y colocándolo debajo
del caño con agua corriendo para eliminar la sal fina de la superficie.
2. Después, introduciendo los pedazos de bacalao en un recipiente con agua
fría, (siempre con el doble de agua que el peso del bacalao) y dejándolo en
reposo durante 48 horas, sin olvidarse de cambiar el agua cada 8 horas
aproximadamente.
3. Es importante que el agua esté bien fría para que evitar que el bacalao
se abra.
4. Un buen truco es echar constantemente cubitos de hielo para que el agua
mantenga en la menor temperatura posible.
5. Si después de todos los cambios de agua necesarios se considera que el
bacalao está un poco alto de sal se puede poner a remojo durante dos o
tres horas en leche fría e introducir unos ajos enteros, zumo de limón o
naranja.
6. Una vez desalado se escurre y se quitan las escamas (con cuidado de no levantar la piel entera) y las espinas.