El cacao y el chocolate peruano celebraron su fiesta anual. La décimo segunda para ser exacta. Después de un año de pausa presencial, las expectativas de juntarse en el mismo lugar todos los involucrados eran altísimas. Fue la oportunidad para tomarle la temperatura a un sector tan afectado por la pandemia, desde las exportaciones hasta el consumo interno.
Sí, hay muchos motivos para festejar, pero personalmente, estoy preocupada. En primer lugar, faltaron invitados importantes. ¿Dónde estaban las marcas de chocolate fino que le han dado la mejor promoción a este sector dentro y fuera del Perú? La mayoría estuvo ausente. Después de consultar con varios chocolateros, las respuestas coincidieron palabras más, palabras menos: “ha sido un año difícil”, “no hay presupuesto”, “los precios para participar no los podía asumir”, “todo mi esfuerzo está en mantenernos a flote y con la planilla completa”. Incluso alguno dejó entrever que faltó más apoyo a este sector. Ciertamente, ganaron visibilidad otras marcas y proyectos, algunos más recientes que otros, pertenecientes a cooperativas, asociaciones y productores pequeños, que gracias al soporte económico de los gobiernos regionales u ONG´s pudieron participar. Fue una fotografía generosa en detalles de lo que ofrece la provincia.
De los chocolates que tuve la oportunidad de probar –que no fueron pocos– encontré grandes esfuerzos para hacer un buen trabajo. Cacao de calidad tenemos, pero no es suficiente para lograr chocolate de mejor factura. Algunas marcas que llevan más tiempo en el mercado han mejorado, especialmente, las que han buscado asesoría, soporte técnico y escuchado los gustos del mercado. Otras han diversificado su oferta: barras energéticas, grageas, endulzantes alternativos, incluso, hojas de coca recubiertas.
PROBLEMAS
También encontré numerosos casos dignos de preocupación. Chocolates que se deshacían en la mano, sin el temperado adecuado, con claros defectos de fermentación o tostado, entre otros temas, la mayoría solucionables con la debida asistencia técnica, tomando en cuenta que los climas cálidos son idóneos para el cacao, pero un gran obstáculo para elaborar chocolate.
Muchos de los productores para llegar a Lima hicieron largas travesías en autobús, donde las tabletas estuvieron a merced del calor en el compartimiento de carga. Pero después que alguien ha tomado la decisión de hacer chocolate en vez de vender cacao, lo cual conlleva el esfuerzo de invertir en equipos, mandar diseñar e imprimir empaques y movilizarse hasta la capital, ¿Cómo le dices que su chocolate está dañado, aunque se pueda comer? Que lo ideal sería no venderlo.
Indudablemente, cada vez hay más emprendedores animados a elaborar chocolate, aunque no es el producto más consumido en Perú, ni el que tiene el mayor crecimiento. En resumen, había chocolates muy buenos, pero otros que necesitan ayuda. Pensemos que estos eventos son fundamentales para ganar consumidores interesados, comprometidos e informados. Entonces, hay que procurar que se lleven la mejor impresión del producto nacional. Por lo pronto, abordo con cautela los efectos que la pandemia ha tenido sobre el sector del chocolate peruano. Antes de dar un diagnóstico en firme, esperaré hasta la próxima edición.