Para el chef Flavio Solórzano, el turrón es el rey de los dulces
Para el chef Flavio Solórzano, el turrón es el rey de los dulces

De los ocho meses fríos que tiene Lima durante el año, octubre ha sido siempre el mes más feliz para mí, no solo porque mis papás esperaban alegremente que se acabe el año para recibir mi libreta de notas del colegio en azul -cosa que no iba a suceder-, sino también porque durante ese mes mi adorada y recordada abuela solía llevarme a ver y acompañar al Señor de los Milagros. Verlo siempre fue algo especial por todo el ambiente alrededor de este.

EL CORAZÓN DEL RECORRIDO. Luego de pasar entre sahumerios, sollozos, súplicas, promesas y empujones, venía lo que para mí era la mejor parte: humeantes anticuchos (no sé por qué, pero en esa época todos me sabían deliciosos), rachi, choncholí, choclos que salían de vaporosas ollas y papas tostándose a un lado del brasero. Mi abuela iba comprando, probaba y, luego de que pasaran la prueba con ella, me daba de comer, así seguíamos nuestro recorrido y cada vez que por curiosidad yo le preguntaba cómo se llamaba cada cosa que comíamos, ella me respondía: Eso se llama come y calla, lanzaba una sonrisa y me jalaba del brazo diciendo: Vamos, sigamos avanzando.

EL REY DE LOS DULCES. Cuando ya habíamos recorrido todos los puestos de fritangas, seguíamos nuestra ruta hasta llegar a la Av. Tacna -la que hoy no se parece mucho a la de hace 35 años-. Allí tuve mi encuentro con lo que para mí sigue siendo hasta hoy el rey de los dulces del Perú: el turrón de doña pepa. Mi abuela, quien también era de buen diente, me preguntaba si quería comer un poco de turrón -en realidad era más porque ella quería comer-, a lo que yo con mirada cómplice le decía: Sí, abuela, sí. Una vez, frente a la vitrina, veía a través de esta cómo las mujeres acomodaban palo por palo de masa en bandejas de madera pesada, para luego dejar caer la miel como cristal líquido sobre estos. Esos segundos se hacían eternos hasta que tuviera un pedazo de turrón entre mis manos.

Siempre que daba el primer mordisco, de manera automática mis ojos se cerraban como para que la experiencia sensorial sea completa. De niño disfrutaba la forma como reventaban en mi boca los confites con los que se decoraba el turrón, a excepción del más grande. Sí, el rompe muelas.

DEL SALADO AL DULCE. El turrón de doña pepa es quizá la preparación dulce con la que más he experimentado o ensayado, a fin de encontrar la receta perfecta. Y siempre diré que aún no encuentro la perfección, ya que así tendré oportunidad no solo de probar, sino de comer más turroncito, como lo llamo yo. Generalmente, los cocineros que hacen cocina salada no son muy empáticos con la pastelería por una serie de razones, pero principalmente por la naturaleza de esta. En mi caso, la pastelería siempre fue un terreno cómodo de transitar. Hoy estoy seguro de que uno de los responsables es el turrón de doña pepa.

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