Hace veinte años estuve por primera vez en Huamanga, en el que fue mi primer registro de la panadería ayacuchana. Aún desde la distancia del que llega a un lugar casi despidiéndose, de la distancia técnica- aún no era panadero- iba como cocinero desertor de la carrera de Economía y de la distancia emocional de ver en esta panadería, tan solo una enorme variedad de panes y sabores memorables.
En los últimos dos años he tenido la oportunidad de regresar a Huamanga gracias a una investigación sobre sus panes, gente y el mundo que genera a su alrededor, y ha coincido en el tiempo, con mi regreso a las aulas ya no para terminar Economía, sino la Antropología, con lo cual los autores que leía me acompañaban a entender mejor la red compleja de relaciones que se tejen desde los trigos, panes, fiestas, la vida cotidiana y, por su puesto, su gente. En particular mujeres panaderas. Su teoría y ejemplos me han guiado en este segundo viaje y las panaderas huamanguinas me ayudaron a entender mejor los conceptos y teorías sociales. Este es un ejercicio arriesgado de imaginar a algunos autores entre chaplas, guaguas y hornos ayacuchanos.
Bronisław Malinowski, padre del método etnográfico, donde la observación y las estancias largas -por eso mi segundo viaje más provechoso- en campo son un requisito fundamental para comprender al otro, e identificar cada acontecimiento con una función práctica en la sociedad, entendería a esta panadería desde todo el conjunto de prácticas vinculadas a su permanencia en el tiempo, y el conjunto de aspectos de la vida social en las que está presente e incluso alienta, cuya función principal es la de fortalecer los lazos familiares, vecinales y barriales. Por su lado Emile Durkheim vería a esta panadería como un hecho social, en tanto son las tareas y rituales panaderos de esta sociedad influyen, coercionan y modelan la personalidad del huamanguino y huamanguina desde sus primeros años. Valoraría además a la panadería por su enorme poder integrador. Para Max Weber definitivamente la panadería en esta parte del Perú, sería una acción social, ya que la fuerza que moviliza sus prácticas son actos capaces de generar efectos en otros, afectando sus conductas en por ejemplo en los padrinos que reciben una guagua- pan en forma de bebé- como recordatorio de su compromiso en el Yuyachikuy.
Leí El ensayo sobre el don, de Marcel Mauss, cuando hice las entrevistas a un grupo de panaderas huamanguinas y no me fue difícil comprender los hechos sociales totales. Hechos que son a la vez religiosos, morales, estéticos y económicos. Regalarse guaguas en la fiesta de todos los santos entre familias, comunidades, autoridades y entregarlas en los cementerios a familiares que ya partieron, puede aproximarse a lo que Mauss reconocía como el intercambio de dones ya que desde el intercambio se involucran simultáneamente todos los tipos de instituciones huamanguinas.
Finalmente fue Franz Boas, quien valoró los relatos de la gente y pensaba que las costumbres, las emociones, las creencias y la ética de los pueblos están relacionadas, el que convenció de la importancia de basar mi ensayo en las historias de vida y relatos de panaderas, lo que al mismo tiempo me sirvió para comprender el rol de la panadera huamanguina. Además de entenderla como una colega con altos conocimientos técnicos, comprendí veinte años después que su trabajo forja todos los días una actividad que trasciende largamente al sabor de una chapla: permite la continuidad y la reproducción de diferentes aspectos que definen el ser de Huamanga y siempre, estar orgulloso de serlo.