Un equipo que sostiene
Un equipo que sostiene

El año pasado, en esta misma época, el techo de Central se había caído. El descuido de un caño que se dejó abierto produjo la catarata más grave que había visto en mi vida. El peso del agua sobre la cubierta de todo el restaurante había ocasionado que se caiga a pedazos. Todavía debo tener guardados esos videos que grabé para pasarle a algunas personas que podían ayudarme ese día.

CASUALIDADES MÁGICAS

Ya ni me acuerdo para qué fui al restaurante aquel domingo, día en el que no atendemos al público, seguro fue uno de esos trabajos pendientes que me hacen ir por la mañana a Central, en fin. Felizmente pasé y muy temprano, pues 24 horas más de catarata seguro hubiese acabado no solo con el techo... Sino también con instalaciones eléctricas, pisos, muebles. Podría haber sido mucho peor.Una comitiva llegó esa misma tarde, liderada por nuestros más fieles colaboradores en mantenimiento. Pía y yo arrimábamos mesas y sillas que flotaban en el primer piso, la zona más afectada. Cada uno había dejado de lado su plan familiar o el rato con los amigos en un día libre, todo fue terriblemente interrumpido. La búsqueda de responsables o culpables ni siquiera era un tema que se comentaba. En silencio, buscábamos de cualquier forma arreglar lo que para nosotros era un desastre. El equipo entero fue citado al día siguiente a las 7 a.m. Todos, sin excepción, agarraron escobas, recogedores, jaladores, trapos, y arrimaron y protegieron muebles. Ese lunes nos fue imposible abrir. No abrir un día en Central había sido impensable, no imaginábamos no cocinar y servir, y perder continuidad de trabajo, pero quizás lo mas preocupante en ese momento era tener que comunicarnos con las personas que ya habían hecho reservas. Ese día, los encargados de las reservas se la pasaron ofreciendo disculpas y tratando de reparar lo que para algunos viajeros era irreparable. El día se hizo largo mirando a la gente hacer su trabajo sobre andamios para reconstruir el techo caído. Hubiéramos querido todos ponernos a masillar, pintar, componer, y no podíamos. Todos teníamos una sensación de frustración y desilusión tremenda.

GRANDES CORAZONES

Este recuerdo para mí no se asocia a las pérdidas materiales en sí, sino al hecho de tener personas que ese mismo domingo, un día que no trabajamos, llegaron al restaurante para ayudar. Y a los que 7 a.m. estaban ahí, listos para agarrar escoba y trapo. Este fin de año no hemos tenido un episodio así de tremendo, pero se vienen proyectos que a veces siento que podríamos pensar que nos sobrepasan. Y al mirar hacia mis chicos, a los que trabajan conmigo, siento que, si viviéramos algo parecido, ellos llegarían. Pensar que “podrían caerse techos más grandes, y aún así los seguiremos levantando”. Hemos conseguido ese nivel de compromiso con profesionales que son grandes personas, y que se han entregado a nuestra organización. Los apreciamos y les agradecemos mucho cada día, y no solo porque es fin de año. Gracias a mis chicos en Central, ha sido un gran año y se viene uno mejor.