Los semiconductores -dispositivos a base de elementos como silicio o germanio- son omnipresentes en el mundo moderno. Generalmente hallados bajo la forma de microchips o circuitos integrados, hacen funcionar nuestros celulares, computadoras, electrodomésticos o incluso armas sofisticadas como aviones caza o misiles guiados. A pesar de su ubicuidad, el mercado de los semiconductores está dominado por un puñado de países, con Taiwán a la cabeza. Otros actores son Corea del Sur, Japón, China, EE.UU. y Países Bajos.
Taiwán creó en 1980 en la ciudad de Hsinchu una suerte de Silicon Valley apoyado por el Gobierno, que con los años se convertiría en un referente de innovación tecnológica. El Hsinchu Science Park acoge firmas como Acer, MeadiaTek y Taiwan Semiconductor Manufacturing Company Limited (TSMC), la joya de la corona.
Con un valor de mercado de 584,000 millones de dólares, TSMC es el mayor fabricante por contrato de microchips del mundo. Supuso el 5.7% del PBI del país en 2021 y el 9.7% de sus exportaciones. “TSMC produce el 90% de los semiconductores de alta tecnología [de 5 nanómetros o menos]. Una sola compañía taiwanesa hace que el mundo se mueva”, señala el viceministro de RR.EE. de Taiwán, Alexander Tah-ray Yui.
Esta hegemonía taiwanesa ha empezado a generar preocupación en EE.UU. y Europa, que temen un recorte en la cadena de suministros, como ya ocurrió con la crisis de abastecimiento develada durante la pandemia. En agosto de 2022, el Gobierno de Joe Biden firmó el Acta de CHIPS y Ciencia, un programa de 52,700 millones de dólares para desarrollar la investigación y producción de semiconductores en el país. El viernes pasado, EE.UU. y Canadá suscribieron además un convenio de defensa militar y desarrollo de semiconductores.
En el corto plazo, se ha empezado a demandar que las empresas taiwanesas se reubiquen en suelo occidental. “Uno de los problemas es que las cadenas de suministros largas se han vuelto cortas a causa de la pandemia. [...] Las compañías de Taiwán han sido proveedoras clave en una cadena larga de suministros, pero ahora vemos los desafíos de Gobiernos preguntando a las empresas taiwanesas que se trasladen a sus países”, manifiesta Connie Chang, directora general del Departamento de Planificación del Consejo Nacional de Desarrollo de Taiwán. TSMC ya ha puesto pie en Arizona. “En el futuro, hay una posibilidad de que vaya a países de la Unión Europea o Asia, para enfrentar la demanda de los mercados locales”, agrega Chang.
China
Otra razón de peso para que Occidente abogue por una menor concentración de la producción de semiconductores en Taiwán es el miedo a una posible agresión militar china a la isla, inquietud que ha cobrado relevancia con la invasión rusa a Ucrania.
“La restructuración de las cadenas de suministro tiene mucho que ver con la relación entre China y Taiwán. Y empezó con los temores que el mundo tiene en términos de seguridad, especialmente EE.UU.”, comenta Chang.
Taipéi se toma en serio la amenaza de China continental. Bajo la gestión del presidente Xi Jinping, Beijing ha aumentado su retórica de que Taiwán es una provincia rebelde y debe ser integrada a la República Popular China. En los últimos años, la presión militar ha sido creciente en el estrecho de Taiwán, paso marítimo que separa a las dos naciones. En diciembre, decenas de aviones de combate y siete buques chinos se desplegaron por esa franja de agua, en una de las mayores intimidaciones de los últimos años.
“El estrecho de Taiwán es ancho, pero no tan ancho. La guerra en Ucrania enseña que no podemos asumir que nunca va a haber guerra. La mejor forma de prepararse es no limitarse a las palabras, sino actuar. No incentivamos que haya un conflicto, pero tampoco nos vamos a dejar intimidar”, sostiene Yi-Suo Tzeng, investigador asociado de la División de Ciberseguridad del Instituto Nacional de Defensa de Taiwán.
El Gobierno anunció en octubre un aumento de alrededor de 13% en el presupuesto de defensa de la isla. El país también está haciendo esfuerzos para atraer más jóvenes hacia el servicio militar e incluso extenderlo de cuatro meses a un año. Si se hace una comparación, China tiene aproximadamente dos millones de tropas repartidas en las distintas ramas de sus FF.AA., según la CIA. Taiwán cuenta con unas 220,000. Pero otra lección del conflicto ruso-ucraniano es que no necesariamente un Ejército más grande se traduce en una victoria segura, y Taiwán cuenta con la tecnología como contrapeso.
De hecho, el papel de los semiconductores en el campo bélico es cada vez más decisivo, y Rusia estaría teniendo problemas para abastecerse de ellos, debido a las sanciones occidentales. En mayo de 2022, la secretaria de Comercio de EE.UU., Gina Raimondo, dijo al Senado de su país que tenía “reportes de ucranianos que hallaron equipo militar ruso con semiconductores sacados de lavaplatos y refrigeradoras”. Más allá de que los señalados reportes sean verdaderos o no, el solo comentario refleja la preocupación por los microchips hoy, considera Francisco Chang, del Ministerio de RR.EE. taiwanés.
Políticas de protección
No solo existe el temor de que una invasión china corte la cadena de suministros de semiconductores taiwaneses al resto del mundo, sino además que China continental copie la tecnología. Para evitar ello, se estableció que lo que se produzca fuera de Taiwán no sea de última generación.
“Hay una política en Taiwán que empezó alrededor del año 2000, cuando las compañías manufactureras, especialmente de semiconductores, querían mudarse sobre todo a China. Es un requerimiento de limitación del Gobierno para mantener la generación más avanzada en Taiwán. Así que lo que está haciendo TSMC en Arizona no tiene el mismo standard de lo que se hace en Taiwán. Incluso lo que hacen con Japón, por ejemplo con Sony, no es de lo más avanzado. Sabemos lo que el mundo quiere de Taiwán, pero también sabemos lo que debemos hacer para asegurar nuestra ventaja estratégica”, comenta Connie Chang.
El fundador de TSMC, Morris Chang, dijo en una conferencia a mediados de este mes que, en su opinión, “en tecnología de manufactura, China está al menos cinco o seis años por detrás de Taiwán”. No obstante, criticó la política de reubicación de fábricas que plantea EE.UU. y cuestionó que la secretaria de Comercio estadounidense “haya dicho repetidamente que Taiwán es un lugar peligroso y que EE.UU. no puede depender de Taiwán para chips”.
Por lo pronto, las tecnológicas taiwanesas estarían buscando retirar sus negocios de China, importante socio comercial de la isla a pesar de sus desavenencias políticas. Cálculos de Bloomberg indican que las exportaciones de circuitos integrados de Taiwán a China cayeron un 27.1% interanual en enero, la mayor baja desde ese mismo mes en 2009.
“Queremos cortar la dependencia con China. Básicamente, las inversiones hacia China están cayendo, pero hacia otros países están subiendo”, señala Connie Chang. De acuerdo con la funcionaria, muchas empresas taiwanesas prevén enviar sus líneas de producción fuera de China para mantener la seguridad de redes de suministro en respuesta a los pedidos de EE.UU. y Europa. Pero ello no significará descuidar la producción en la isla.
“TSMC va a invertir 144,000 millones de dólares en Taiwán en los próximos cinco años. Otras empresas de semiconductores van a invertir 184,000 millones de dólares. Entonces, en el rubro de los semiconductores, además de ser globales, queremos estar seguros de que estamos a la cabeza”, remarca Chang.