En el año 2016, la demócrata Hillary Clinton llegó al día de las elecciones con más de tres puntos de ventaja sobre Donald Trump en las encuestas. Al final, obtuvo 48.2% de los votos ciudadanos totales versus 46.1% del republicano, y aun así este se coronó vencedor.
En EE.UU., no obtiene la Presidencia quien gana en el voto popular, sino quien consigue más delegados del Colegio Electoral. Estos son 538 y están repartidos según la cantidad de senadores y diputados de cada estado en el Congreso, lo cual guarda relación con el tamaño de la población. Así, California, la jurisdicción con más habitantes, tiene 55 delegados. El candidato que logra la mayoría de votos ciudadanos allí se asegura los 55. Para ganar las elecciones, se requieren 270 delegados.
Este año, Joe Biden llega como favorito a los comicios del 3 de noviembre con nada menos que 51.3% de las preferencias sobre 43.5% de Trump, según estadísticas del portal Real Clear Politics, basadas en sondeos realizados entre el 21 y 29 de octubre. Son 7.8 puntos de ventaja que sin embargo -como ya ocurrió con Clinton- no aseguran la victoria.
Si bien Biden debería llevarse sin problemas plazas fuertes como California y Nueva York, es probable que Texas (el segundo estado con más delegados: 38) caiga en manos de Trump. Y si este logra arrebatar a los demócratas Pensilvania y Michigan, como ya lo hizo en 2016, el panorama se tornará oscuro para el exvicepresidente de Barack Obama.
Con este escenario, la suerte de la elección radica en los llamados estados pendulares; es decir, aquellos que no son históricamente republicanos ni demócratas y pueden inclinarse para uno u otro bando.
De acuerdo con un análisis de The Washington Post, las palabras clave en esta contienda son “Florida, Florida, Florida”. Con 29 delegados, el popular “Estado del Sol” es el más importante entre los pendulares.
En 2016, Trump ganó allí con un estrecho margen de 1.2% de los votos ciudadanos. Fue un golpe fatal para la ex primera dama que ahora Biden necesita esquivar. Según Real Clear Politics, el demócrata es favorito en esa jurisdicción, pero solo por alrededor de 1%.
La plaza está para cualquiera, y conscientes de ello, ambos candidatos coincidieron ahí el jueves.
Latinos. Una de las particularidades de Florida es su gran cantidad de ciudadanos de origen hispano. De hecho, estos representan el 20% del electorado. Los dos postulantes han intentado seducir a este sector de la población, y sus promesas permiten vislumbrar cuál será la política que aplicarán con relación a los latinos y Latinoamérica.
En el caso de Trump, su principal caballo de batalla es mantener la mano dura contra los regímenes venezolano y cubano, pero es sobre todo en el caso de la isla donde las diferencias con su rival son más notorias.
Biden ha afirmado que se necesita una “nueva política hacia Cuba”, y que la isla “no está más cerca de la libertad y la democracia que hace cuatro años”. Con estas palabras, el demócrata apela a los cubanoestadounidenses más jóvenes y mucho más progresistas que sus padres o abuelos, de línea más anticastrista y afín a Trump.
Es probable que Biden opte por restablecer relaciones con La Habana, proceso emprendido durante la gestión de Obama y enturbiado por las sanciones dictadas por la actual administración republicana. El asesor de campaña de Biden para América Latina, José González, declaró a la agencia española Efe que lo primero que se hará será “eliminar los límites sobre remesas y viajes, de manera que los cubanos puedan ir a ver a sus familias y mandarles dinero”.
Sobre Venezuela, la política de Biden es menos clara. Se ha limitado a ofrecer el estatus de protección temporal a los venezolanos en EE.UU. para evitar sus deportaciones. En cuanto a Nicolás Maduro, si bien lo ha llamado “matón” y “dictador”, no ha especificado cuál será el método para alejarlo del poder. Un reportaje de The New York Times señala que “hay pocas esperanzas” de que siga tratando con el líder opositor Juan Guaidó. El medio toma las declaraciones de un asesor anónimo que manifiesta que la estrategia demócrata será entablar negociaciones con Maduro para presionarlo a convocar “elecciones justas”.
Por otro lado, se esperan roces con Brasil en una posible administración de Biden. Este propone un fondo de 20,000 millones de dólares para preservar la Amazonía y no descarta que el gobierno de Jair Bolsonaro enfrente consecuencias económicas por no proteger el bosque tropical.
Migración. Otro gran punto de diferencia entre Trump y Biden es el tema migratorio. En el último debate, el demócrata prometió una reforma para legalizar a 11 millones de personas. Además, en su plan de gobierno, propone revertir las “crueles políticas” del republicano para frenar la migración, especialmente la que proviene de Centroamérica.
Lo que Biden plantea es destinar 4000 millones de dólares a combatir las causas que originan la migración en El Salvador, Guatemala y Honduras. Asimismo, promete poner “fin a la llamada estrategia nacional”, decretada por Trump para desviar dinero federal a la construcción del muro fronterizo, el mayor símbolo de la política antimigratoria del mandatario.