Con varios de los países empezando a relajar los confinamientos y cuarentenas, algunos expertos temen que las nuevas cepas nos regresen a los días iniciales de la pandemia. (Foto: Renzo Salazar/GEC)
Con varios de los países empezando a relajar los confinamientos y cuarentenas, algunos expertos temen que las nuevas cepas nos regresen a los días iniciales de la pandemia. (Foto: Renzo Salazar/GEC)

Los virus mutan, está en su naturaleza, y ese no es un problema menor. Las disponibles actualmente han sido diseñadas básicamente para combatir al tradicional. Sin embargo, las nuevas comienzan a ser predominantes.

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Un ejemplo de que el coronavirus original está siendo desplazado se observa en Europa. En Bélgica, a mediados de febrero, el 38% de los casos confirmados de habían sido producidos por la cepa británica, considerada más contagiosa. Hoy, son más del 53%. En Francia, las autoridades estiman que la variante surgida en el Reino Unido ahora representa “aproximadamente la mitad” de los contagios.

El Gobierno británico explica en su sitio de internet dedicado a la pandemia que “más de 4000 variantes del SARS-CoV-2 [coronavirus que causa la COVID-19] han sido identificadas en todo el mundo”. De acuerdo con los especialistas, solo una pequeña proporción de ese abanico es fuente de preocupación para la salud pública.

Una mutación resistente

Entre las variantes más conocidas están la británica, sudafricana y brasileña. Estas comparten una mutación denominada N501Y, que podría convertirlas en más contagiosas. Pero ello no necesariamente hace que las vacunas sean inútiles. Estudios preliminares hechos por distintos laboratorios han mostrado que la efectividad se reduce con cepas como la británica, pero no significativamente.

No obstante, las variantes sudafricana y brasileña tienen otra mutación, llamada E484K, que es la pesadilla de los científicos, pues reduciría la inmunidad adquirida bien por haber superado la enfermedad —con una posibilidad por tanto mayor de reinfección—, bien mediante vacunas.

Una enfermera sostiene un frasco de la vacuna de Pfizer contra el coronavirus COVID-19 en el Hospital Pablo Arturo Suárez de Quito, el 21 de enero de 2021. (Foto de RODRIGO BUENDIA / AFP).
Una enfermera sostiene un frasco de la vacuna de Pfizer contra el coronavirus COVID-19 en el Hospital Pablo Arturo Suárez de Quito, el 21 de enero de 2021. (Foto de RODRIGO BUENDIA / AFP).

Dos estudios publicados por científicos de los laboratorios Pfizer/BioNTech y Moderna mostraron que la cantidad de anticuerpos protectores producidos tras la inyección de estas dos vacunas es menos importante cuando se está en presencia de la variante sudafricana (en comparación con la variante inglesa o con el virus clásico). Ello da a entender que la protección es más débil, señala la agencia de noticias AFP.

Un estudio similar demostró que es mucho más difícil una protección contra la variante sudafricana a lo largo del tiempo.

Amenaza

Con varios de los países empezando a relajar los confinamientos y cuarentenas, algunos expertos temen que las nuevas cepas nos regresen a los días iniciales de la pandemia.

“Con las diferentes variantes que circulan en la región, nos enfrentamos a una serie de epidemias”, señaló Jean-Stéphane Dhersin, subdirector científico del Instituto Nacional de Ciencias Matemáticas de Francia y responsable de la plataforma de modelado MODCOV19.

Europa registra 5 millones de casos de coronavirus y más de 227.000 muertes. (Foto: Andreas SOLARO / AFP).
Europa registra 5 millones de casos de coronavirus y más de 227.000 muertes. (Foto: Andreas SOLARO / AFP).

“Probablemente seguirán emergiendo variantes contra las cuales las vacunas actuales podrían ser menos eficaces”, advierte el Centro Europeo de Prevención y Control de Enfermedades (ECDC). Por ello, se ha instado a los laboratorios a adaptar sus vacunas a las nuevas cepas.

Para ese trabajo, sin embargo, los países deben acelerar los programas de secuenciación genética para seguir la progresión de las variantes y detectar rápidamente la aparición de nuevas mutaciones. La OMS señala que la información genética del coronavirus debería estar secuenciada en al menos el 5% de los casos de COVID-19. Muchos países, incluidos Alemania o España, no han secuenciado ni el 0.1% de los casos.

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