Un estudio publicado en el New England Journal of Medicine, analizó a 109 personas con y sin inmunidad previa al SARS-CoV-2. Lo que encontraron fue que aquellos que ya habían contraído COVID-19 desarrollaron anticuerpos a los pocos días de la primera dosis de vacuna a una tasa de 10 a 20 veces más alta que aquellos que no estaban infectados, y a una tasa más de diez veces mayor después de la segunda dosis.
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“Demostramos que la respuesta de anticuerpos a la primera dosis de vacuna en personas con inmunidad preexistente es igual o incluso superior a la respuesta en personas no infectadas después de la segunda dosis. Por esa razón, creemos que una sola dosis de vacuna es suficiente para que las personas que ya han sido infectadas por el SARS-CoV-2 alcancen la inmunidad”, explicó la coautora de la investigación, Viviana Simon, en un comunicado.
Según los investigadores, de la escuela de medicina Icahn de Monte de Sinaí de Nueva York (en Estados Unidos), estos hallazgos sugieren que “una sola dosis de vacuna provoca una respuesta inmune muy rápida en individuos que han dado positivo por COVID-19”.
“Esa primera dosis se parece inmunológicamente a la (segunda) dosis de refuerzo en personas que no han sido infectadas”, señaló Simon.
Efectos secundarios
Los investigadores también observaron las reacciones sistémicas después de la primera dosis de vacuna en un segundo grupo de 231 personas, 83 de las cuales dieron positivo por COVID-19 y 148 que no.
Lo que notaron fue que, si bien las vacunas fueron bien toleradas por todos, aquellos que previamente habían sufrido del COVID-19 tuvieron más efectos secundarios, como fatiga, dolor de cabeza, escalofríos, fiebre y dolor muscular o articular, después de la segunda dosis de la vacuna.
Aunque ha habido muchos informes de personas que experimentaron peores efectos secundarios después de la segunda inyección de la vacuna contra el coronavirus, este estudio sugiere que los efectos secundarios son mayores para quienes ya contrajeron el virus.
Según los investigadores, la razón de la respuesta más fuerte en ambos grupos probablemente se deba al hecho de que el cuerpo ya ha sido “preparado”, lo que significa que las células inmunes han aprendido a reconocer la proteína de pico del virus, el antígeno que forma el virus base para la vacunación. Por tanto, estas células responden con más vigor, lo que lleva a reacciones más fuertes a la vacuna.
Simon sugirió que, si se desconoce el historial de infección de una persona, el uso de una herramienta de detección para detectar los anticuerpos podría ayudar a determinar si el individuo necesita una o dos dosis.
“Si ese enfoque se tradujera en una política de salud pública, no solo podría expandir los suministros limitados de vacunas, sino también controlar las reacciones más frecuentes y pronunciadas a esas vacunas experimentadas por los sobrevivientes de COVID-19”, explicó.
Este enfoque ya se está considerando en países como Francia y Canadá después de que investigaciones preliminares anteriores mostraran resultados similares.
No obstante, algunos expertos argumentan que no hay suficientes datos sobre la cantidad y la duración de la protección que brindan estos esquemas de dosificación alterados y que cambiar la dosis administrada sin evidencia rigurosa podría dañar la confianza del público en las vacunas.
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