“En realidad estaba loca por que abrieran”, dice Ana Gloria Arias, mientras disfruta de un baño de mar en Bacuranao, en el este de La Habana. Tras casi 300 días sin playas por el coronavirus, los habaneros se aprestan a darse un chapuzón.
“La noticia fue un notición en realidad (...), la mejor noticia que me han dado en estos dos años”, porque “así uno disfruta la playa, el aire, el sol, la arena”, explicó a la AFP la joven de 17 años, que llegó a la playa con su madre y su novio.
“Tenía que estudiar hoy (jueves), pero cambié los estudios para mañana, por si acaso” dan marcha atrás a la apertura), anota bromeando, y subraya que duró “mucho tiempo” el cierre de las playas, “un cambio de rutina brusco”.
La tarde del miércoles, y de forma sorpresiva, las autoridades de La Habana anunciaron la apertura de las playas y piscinas, estas últimas al 50% de su capacidad, así como del Malecón, la emblemática costanera que se extiende 7 kilómetros sobre la costa capitalina y es lugar obligado de encuentros de locales y visitantes.
Dando un primer respiro a los cubanos en nueve meses de cierre por el COVID-19, ocho de las 15 provincias cubanas abrieron el pasado viernes restaurantes, bares y otros lugares públicos, aunque con aforo limitado.
Pero para un cubano no ir a la playa en el verano boreal es un verdadero suplicio.
“Ella estaba loca por venir a la playa y disfrutar”, explica Danay Ortega, de 47 años y empleada de una pescadería, señalando a la más pequeña de sus dos hijas. “Nosotros sin playa y sin verano, no somos nada”, acota.
Ni bien amaneció, cientos de habaneros se lanzaron a las playas del este cargados de provisiones, pues las autoridades dejaron claro el miércoles que, “debido a la situación económica” que enfrenta el país, no podían garantizar un servicio gastronómico “adecuado”.
Baño de mar y de cloro
Según las autoridades, las aperturas responden al descenso sostenido de los casos de coronavirus en la mayoría de las provincias de la isla y al avance de la campaña de vacunación con las tres vacunas anticovid propias, Abdala, Soberana 02 y Soberana Plus, aún no reconocidas por la OMS.
Al cierre del miércoles, Cuba había logrado inmunizar al 46,4% de sus 11,2 millones de habitantes, según cifras oficiales. La isla acumula 877.428 contagios y 7.436 muertos.
Las playas abrieron bajo estrictos protocolos de seguridad, que incluyen el distanciamiento social y el uso obligatorio de mascarilla, excepto cuando los bañistas se internan en el mar. Estas medidas se cumplían cabalmente este jueves, constató la AFP.
“La vacuna nos ayuda a nosotros y nosotros tenemos que ayudarla a ella”, dice Rosa Esprónceda, la madre de Arias.
Ahora “esperemos que no aumenten (los contagios) para que nos nos cierren enseguida las playas y los centros recreativos”, porque “ha sido difícil para el cubano”, agrega Esprónceda, de 38 años y trabajadora del Ministerio de Cultura.
Jimmy Sánchez (41), trabajador de servicio de Bacuranao, advierte que si las cosas “se hacen bien” se puede “evitar un nuevo cierre de las playas”.
“La rutina aquí desde que entras por la mañana es cloro para todo (tumbonas, sombrillas, baños, taquillas). Cloro siempre y distanciamiento y nasobucos (mascarillas). Siempre que se mantengan así, no hay problema”, asegura Sánchez, mientras rocía con desinfectante a un grupo de tumbonas ubicadas en la arena, muy próximo a la orilla del mar.
Aún así, Ortega siente un poco de temor. “Espero que la gente tome conciencia y que lleve a cabo las medidas (...) para protegernos y poder disfrutar de la playa como siempre”, concluye.
Fuente: AFP
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