William Wladimir Cumbajín Bautista convencía a sus víctimas para caminar por los matorrales en los márgenes de Quito, en Ecuador, a cambio de obsequios y ofertas con la única intención de violarlas, torturarlas, estrangularlas y mutilar sus genitales.
El rostro de “el asesino de los matorrales” parece un misterio, ya que la única vez que apareció en público fue durante una entrevista local desde la cárcel.
A los 32 años empezó la vida criminal de Cumbajín Bautista pese a tener una leve parálisis física -desde su infancia- por las agresiones recibidas de su madre parapléjica, drogadicta y alcohólica, según desvela Infobae.
Nacido en una familia pobre y disfuncional, el asesino de 50 años fue abandonado a temprana edad y obligado a subsistir vendiendo flores y dulce en las plazas de Quito para no morir de hambre. William Wladimir conoció la mala vida -drogas, violencia y alcohol- luego de toparse con jóvenes de la calle que dormían en edificios abandonados y túneles.
Durante sus inicios, “el asesino de los matorrales” rondaba por el centro y sur de Quito para cometer sus fechorías hasta que fue arrestado por la policía en cuatro oportunidades por robo a mano armada.
Los inicios más oscuros
En 2003, William Cumbajín fue capturado sin resistencia y puesto a las órdenes de la justicia criminal luego de haber asesinado a su primera víctima en 2002 y, posteriormente, a un grupo de mujeres que mendigaban por el centro histórico de Ecuador.
Las autoridades testificaron que el hombre captaba a vagabundas y vendedoras ambulantes, de estatura bajas y con problemas de salud o mentales para convencerlas fácilmente.
Todas sus víctimas fueron violadas y estranguladas. Los cuerpos fueron encontrados en lugares de fácil acceso colgando de arbustos para que sean vistas como “trofeos de guerra” por cualquier persona que transitaba por el Bosque Miraflores, el Bosque de Oyacoto, los matorrales del sector de San Roque o en la quebrada del Río Machángara.
La psicoanalista Alexandra Moya Robayo dijo que “Cumbajín no contó con una imagen de autoridad que incursionara y mucho menos que reforzara en él, normas conductuales y comportamentales que le permitieran una adecuada adaptación social. Por el contrario, el constante maltrato y abuso que recibió por parte de su madre, lo llevó a incursionar en un mundo lleno de violencia y agresión que lo obligó casi de forma directa a responder de la misma forma para poder sobrevivir”.
“Toda la ira y tal vez odio sentido por el sujeto, fueron desplazados hacia figuras femeninas que inconscientemente le recordaban a su madre, cuya imagen fue deficiente o nula durante toda su vida”.
“Su condición familiar y su desarrollo socioeconómico bajo lo obligaron a criarse en la calle y a consumir desde muy temprana edad drogas, situación que ligada a lo ambiental desembocaría en él, conductas delictivas ocasionando posteriormente daños psíquicos irreparables”, concluyó.
Máxima sentencia
El Tribunal Tercero de lo Penal de Pichincha dictaminó el 12 de mayo de 2004 que serán 25 años de reclusión para William Wladimir Cumbajín Bautista por el delito de “violación y asesinato de Anita Cando”, una niña sordomuda de 12 años, identificada como su primera víctima.
Para 2029, cuando tenga 58 años, “el asesino de los matorrales” podría salir de prisión pero no existe información sobre su vida tras las rejas.