Generó una pandemia de desinformación que sigue confundiendo a la sociedad y dificulta al Estado el poder controlar esta enfermedad.
Generó una pandemia de desinformación que sigue confundiendo a la sociedad y dificulta al Estado el poder controlar esta enfermedad.

En España algunos creyeron que lavarse las manos con orina de bebé podría librarlos del coronavirus, en Bolivia circularon audios en los que se afirmaban que las vacunas contra este virus convertían a la gente en “hombres lobo” y aquí en Perú, hubo personas que tomaron lejía para curarse de este mal. Probablemente, todos ellos se enteraron de estas fake news, o noticias falsas, a través a sus teléfonos. La intención pudo ser maliciosa o producto del desconocimiento propio de una pandemia.

La Organización Mundial de la Salud utilizó un nuevo término para este conjunto de textos de dudosa procedencia: infodemia, que es la mezcla de dos palabras: información y pandemia. La infodemia puede truncar vidas, dar alas al discurso de odio con intentos deliberados por difundir información errónea para socavar la respuesta de salud pública, una traba para el control de la pandemia.

Existe infodemia en el Perú. Algunas autoridades fueron difusoras de información falsa. Por ejemplo, un grupo de parlamentarios creó una comisión especial para investigar los posibles efectos del dióxido de cloro (ClO2) con relación a la COVID-19, por iniciativa del congresista Posemoscrowte Chagua Payano, pese a que no existe evidencia de la utilidad del dióxido de cloro contra este virus.

Otro caso, proveniente de autoridades, fue lo dicho por el biólogo y congresista de Fuerza Popular Ernesto Bustamante, quien señaló que la saliva podría ser una alternativa para el lavado de manos en caso no se tenga acceso a agua, jabón o alcohol. “El alcohol tiene la ventaja de romper las barreras lipídicas y el virus tiene una cobertura de grasa alrededor. Entonces lo va a disolver. Si no tenemos alcohol gel, lo que yo haría es usar saliva. La propia saliva para limpiar las manos”, dijo.

Pero las declaraciones de Bustamante que más efecto tuvieron en la población fueron sobre la vacuna Sinopharm, el congresista la llamó agua destilada tras interpretar un estudio que se realizó sobre esta inmunización. “Este estudio, que tiene 150 páginas, nos revela una verdad realmente preocupante.

El resultado del estudio señala que la cepa de Wuhan tiene solamente 33% de eficacia; pero la vacuna con la cepa Beijing tiene solo el 11% de eficacia, eso prácticamente como inyectarse agua destilada”, afirmó. Tras estos comentarios, el Colegio Médico del Perú publicó un informe en el que se demostraba cómo la tasa de mortalidad por laCOVID-19 de los médicos, vacunados con Sinopharm, había caído drásticamente.

Estas y otras afirmaciones continúan causando efectos que favorecen la expansión del nuevo coronavirus. Hay registros periodísticos de personas que se niegan a recibir la vacuna Sinopharm pues señalan que no las protege del virus.

No hay marcha atrás

En las consecuencias de la infodemia, el golpe más duro en esta coyuntura ha sido la muerte de miles personas, y, en este caso, de aquellas cuyas creencias pudieron más que la ciencia y evidencia, se dejaron llevar por las cadenas de mensajes tendenciosos recibidos en su teléfono, rechazaron las vacunas y las recomendaciones de bioseguridad para protegerse del virus. Es así como las fake news se convirtieron en aliadas de la COVID-19.

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