Leo, un estadounidense de 14 años, lleva seis meses tomando testosterona. “Me ayuda mucho, me siento más seguro de mí mismo, más en sintonía con mi identidad de género”, declara a la AFP.
Este adolescente transgénero está preocupado por las leyes adoptadas por varios estados conservadores para prohibir los tratamientos hormonales a menores que no se identifiquen con su sexo de nacimiento.
“Lo único que quiero es que me pongan la inyección cada semana”, dice con convicción. Asegura que está “menos deprimido” gracias a la testosterona, que bloquea sus reglas, aumenta el vello corporal y la musculación.
Leo vive en una zona rural de Pensilvania (noreste), donde hay pocos “adolescentes queer”, explica.
Por ahora las autoridades locales los dejan tranquilos. Él espera que siga así por su propia salud mental.
Porque antes de empezar con estas inyecciones, “me hice daño”, deja caer sin entrar en los detalles de estos dolorosos recuerdos.
Más del 56% de los jóvenes transgénero ha tenido ideas suicidas en su vida y el 31% ha intentado suicidarse, según la Academia estadounidense de pediatría.
También son más propensos a la depresión, la ansiedad, los trastornos alimentarios, las conductas de riesgo y las mutilaciones que el resto de los adolescentes.
“Los estudios muestran que estos jóvenes se sienten mejor cuando tienen los medios para expresar el género” con el que se identifican, mediante bloqueadores de la pubertad o tratamientos hormonales, subraya Jack Drescher, profesor de psiquiatría de la Universidad de Columbia.
“Deprimidos”
Pero, en nombre de los efectos irreversibles de algunos de estos tratamientos, los congresistas de una decena de estados, como Idaho, Indiana y Georgia, han aprobado leyes para prohibirlos, a veces acompañadas de sanciones para los médicos que las quebranten.
“Tal vez protegen a unos cuantos niños, a aquellos que están confundidos, se creen transgénero y luego se arrepienten, pero lo hacen a costa de los que se benefician de estos tratamientos”, lamenta el profesor Drescher.
Más allá de la legislación sobre los tratamientos médicos, estos estados también multiplican las leyes para prohibir que los estudiantes trans usen los baños del género con el que se identifican o para excluir a las mujeres trans de los equipos deportivos femeninos.
“Debido a todas estas leyes, muchos jóvenes están muy deprimidos, ya no tienen fe en el futuro”, constata Rachel Smith, una mujer transgénero de 47 años que trabaja como terapeuta conductual con jóvenes trans en Baltimore.
Según una encuesta realizada por Trevor Project, una asociación de lucha contra el suicidio que trabaja con jóvenes LGTB+, el 86% de los jóvenes trans o no binarios afirma que este frenesí legislativo ha tenido un impacto negativo en su salud mental.
Fuente: AFP