Científicos de Estados Unidos realizaron un estudio sobre la COVID-19 basado en el historial médico de alrededor de 73 mil personas en el país norteamericano. Los expertos se centraron en individuos que padecieron la infección pero no fueron hospitalizados. Los resultados, publicados hace unos días en la revista Nature, revelan que el haber desarrollado síntomas moderados no es garantía de estar libres de efectos a largo plazo, e incluso llegar a un desenlace fatal.
De acuerdo con un artículo de The New York Times referido a esta investigación, entre uno y seis meses después del contagio, de los 73.345 casos revisados, 1.672 fallecieron (aproximadamente el 2.3%). Si se compara con personas que no fueron infectadas, el estudio estima los pacientes que superaron la COVID-19 —pero que no necesitaron ser ingresados en un hospital— tuvieron, en el lapso de medio año, un riesgo de fallecimiento significativamente mayor (un 60% más) que las personas que no sufrieron contagio.
El problema es que no se ha podido determinar si los individuos fallecidos tenían problemas de salud subyacentes o si sus nuevas afecciones eran consecuencia directa de su infección por coronavirus.
Los contagiados con COVID-19 experimentaron una amplia gama de problemas médicos a largo plazo. No solo se detectaron daños a los pulmones por los efectos respiratorios del virus, sino síntomas que podían afectar a prácticamente cualquier sistema de órganos o parte del cuerpo, desde neurológicos hasta cardiovasculares o gastrointestinales. También sufrían un riesgo mayor de presentar problemas de salud mental, como ansiedad y trastornos del sueño.
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Hospitalizados
Hace dos semanas, otro estudio —esta vez realizado en China— se enfocó en pacientes que sí estuvieron hospitalizados por COVID-19. Dicha investigación, publicada en la revista The Lancet, reveló que la mayoría de individuos presentó al menos un síntoma, seis meses después de superar la infección.
Según información recogida por la agencia de noticias EFE, 76% de un total de 1.733 pacientes, que recibieron el alta médica entre enero y mayo de 2020, aún acarreaban algún efecto de la COVID-19 medio año después, entre junio y septiembre.
El síntoma más frecuente fue la fatiga o la debilidad muscular, detectada en un 63% de los enfermos, seguido por dificultades para conciliar el sueño (26%) y ansiedad o depresión (23%). La investigación reveló, además, que aquellos pacientes hospitalizados en estado más grave tendieron a padecer seis meses después un mayor deterioro en su función pulmonar y anomalías en pruebas de imagen del tórax, lo que podría indicar daño persistente en algunos órganos.
“Nuestro trabajo también resalta la importancia de desplegar estudios de seguimiento más prolongados en poblaciones más grandes para comprender el espectro completo de efectos que la COVID-19 puede tener en las personas”, señaló el científico Bin Cao, del Centro Nacional de Medicina Respiratoria, el Hospital de la Amistad China-Japón y la Universidad Capital Medical (CMU).
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