La Reina Isabel II y el Duque de Edimburgo se rindieron homenaje durante un poco más de siete décadas, y fueron protagonistas del matrimonio real más longevo de la historia de la casa real británica hasta hoy, día en el que Felipe dejó de existir.
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La suya fue una unión inusual en muchos aspectos. Mientras que otras innumerables parejas reales y aristocráticas fueron matrimonios arreglados, tanto Felipe como la entonces princesa Isabel se enamoraron genuinamente el uno del otro por un noviazgo que duró varios años y una guerra mundial.
Los primos terceros, compartían los mismos tatarabuelos, la reina Victoria y el príncipe Alberto, se habían conocido por primera vez en 1934 en una boda familiar y luego nuevamente en 1937 en la coronación de Jorge VI. Pero fue en 1939, cuando la Reina y el Rey visitaron el Dartmouth Naval College, con sus hijas pequeñas, que Elizabeth notó a Felipe por primera vez.
Según los informes, Felipe de 18 años, impresionó a Isabel de 13, saltando hacia adelante y hacia atrás a través de una red de tenis. La niñera de la princesa, Marion “Crawfie” Crawford, escribiría más tarde que ella “nunca le quitó los ojos de encima”, aunque dada la incómoda diferencia de edad, él “no le prestó ninguna atención especial”.
Cuando estalló la guerra en 1939, Felipe era guardia en la marina y se fue a pelear. Sin embargo, el dúo se mantuvo en contacto, enviándose constantemente cartas. Felipe vino a quedarse en el Castillo de Windsor por Navidad en 1943, se detectaron los primeros indicios de romance.
Felipe regresó a Londres en 1946 y se dirigió al norte, a la amada finca escocesa de los Windsor, Balmoral. Fue allí, durante un paseo por el jardín, que le propuso matrimonio a Isbael, sin la aprobación de sus padres. Ella aceptó de inmediato.
El rey acordó su unión con la condición de que no la anunciarían al año siguiente, cuando la Princesa cumpliría 21 años. Si bien la pareja estaba totalmente enamorada el uno del otro, la nobleza británica estaba consternada de que un intruso del continente hubiera robado el corazón de la futura reina.
La boda real
Después de años de guerra, la nación se unió para celebrar la unión del apuesto oficial naval y la bella y joven princesa, con 2.000 personas alineadas en las calles mientras millones escuchaban la ceremonia en la radio. El vestido de novia de Isabel fue diseñado por Norman Hartnell y se dice que se inspiró en la pintura Primavera de Botticelli.
Tenía una cola de 15 pies bordada con perlas, cristales y apliques de satén duquesa y presentaba un patrón de estrella. Encaramada sobre su cabeza, la tiara con flecos Queen Mary con incrustaciones de diamantes, originalmente hecha para la reina María a partir de un collar que le regaló la reina Victoria.
Había un pastel de bodas de cuatro niveles que medía dos metros de alto y pesaba más de 200 kilos. Se guardó una grada para poder servirla en el bautizo de su primogénito (y así fue). Se envió un segundo nivel a Australia, que había proporcionado los ingredientes.
Los primeros años del matrimonio de Isabel y Felipe fueron extraordinariamente felices, y la pareja se convirtió en padres de su hijo, el príncipe Carlos en 1948, seguido por la princesa Ana en 1950.
Problemas matrimoniales
El 6 de febrero de 1952, mientras la pareja realizaba un viaje real a Kenia, el rey murió repentinamente, transformando inmediatamente a Isabel de 25 años en la monarca. Estuvieran listos o no, solo seis años después de su boda allí, la princesa y el duque regresaron a la Abadía de Westminster en 1953 para su coronación.
La pareja enfrentó una crisis personal en 1960, debido a que la situación dejó a un hombre orgulloso y macho, obligado a caminar tras su esposa, donde se esparcieron rumores que afirmaban que Felipe le fue infiel a la reina varias veces.
A Felipe se le han atribuido amantes como Daphne du Maurier, cuyo marido trabajaba en la oficina del príncipe; Hélène Cordet, madre de uno de sus ahijados y Pat Kirkwood, una estrella de musical a la que calificaban por sus piernas como “la octava maravilla del mundo.”
La reina estaba embarazada de su tercer hijo, el príncipe Andrew, y un problema matrimonial latente estaba a punto de estallar. En 1952, bajo la presión del entonces primer ministro Winston Churchill, la reina le había dado a sus dos primeros hijos el apellido Windsor. Felipe se había indignado y dicho: “Soy el único hombre en el país al que no se le permite dar su nombre a sus hijos. No soy más que una maldita ameba”.
Ahora, esperando por tercera vez, la reina quería apaciguar a su esposo y le dijo a los miembros de su Consejo Privado que sus descendientes usarían el apellido Mountbatten-Windsor. Lo que horrorizó a muchos y fue condenado en los medios de comunicación. A los 36 años, la reina tuvo a su último hijo, el príncipe Eduardo, en 1964.
Últimos años de amor
En 1997, año que marcaría una ocasión feliz para ambos al conmemorar su 50 aniversario de bodas, también se vio empañada por la trágica muerte de la princesa Diana, lo que los llevó a ajustar la forma en que interactuaban con el público, entre otras cosas. Pese a todo, su unión se hizo mucho más fuerte, esta época es considerada una de las más destacadas de su vida juntos.
Después de décadas de servicio a la familia real, el príncipe Felipe tomó la decisión de retirarse de la vida real el 4 de mayo de 2017. Esta nueva etapa significó que el príncipe Felipe podía mantener a su esposa y atender otras tareas.
La ocasión más importante de su matrimonio llegó en noviembre de 2020, cuando celebraron 73 años de matrimonio. Su matrimonio ha resistido la tragedia y el triunfo, estando uno al lado del otro durante más de 70 años.
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