Ayer 5 de abril se cumplieron 143 años de la declaratoria de guerra que Chile nos hizo. Aunque hoy el derecho internacional la proscribe por la obligación de la solución pacífica de las controversias, diré lo siguiente:
1) La declaratoria chilena fue política de Estado. Diego Portales (1793-1837), el mayor visionario geopolítico de Chile, luego de advertir la amenaza de la Confederación Perú-boliviana (1836-1839), que la frenó hasta desbaratarla, construyó la tesis expansionista como imaginario colectivo que perdura intacta hasta hoy por su penetración económica.
Los chilenos sabían que geopolíticamente eran insignificantes y por eso decidieron la invasión de Atacama (Bolivia) y Tarapacá, Arica y Tacna (Perú).
2) La guerra, entonces, que fue pensada y preparada por Chile, para el Perú fue la consumación de su imperdonable negligencia, imputable a una clase política conformista, arraigada a las frivolidades virreinales ya las efímeras bondades del guano –prosperidad falaz a las que nos llevó el presidente José Rufino Echenique (1850-1854)– y completamente alejada de los intereses nacionales.
3) La guerra hizo de los chilenos una sociedad de la victoria –se quedaron con Tarapacá y Arica y sus gobernantes invirtieron en elevar hasta las nubes el ego e imaginario de su pueblo–; en cambio, los nuestros fueron completos irresponsables pues no hicieron nada para superar los estragos de la guerra, quedando los peruanos sumergidos en la cultura de la derrota, que con tanta ira les increpó Manuel González Prada.
Hoy, hasta por miedo o complejo, hay quienes no prefieren hablar de la guerra para no ser tildados de revanchistas o resentidos. Son los herederos de la sociedad de timoratos y comodines y hasta con postura de avestruz, que le hizo mucho daño a nuestra herencia nacional, la mayor presea conseguida a lo largo de nuestra rica historia.
Cambiémoslo todo sin radicalismos febriles de derecha o de izquierda y seamos un país vanguardista. No peleemos con Chile, pero para que no nos vean por encima, seamos nacionalistas de verdad como lo son en aquellos países que por serlo se volvieron ricos y poderosos.
Por eso invirtamos en educación y cultivamos el imaginario nacional que no tenemos. pero para que no nos vean por encima, seamos nacionalistas de verdad como lo son en aquellos países que por serlo se volvieron ricos y poderosos. Por eso invirtamos en educación y cultivamos el imaginario nacional que no tenemos. pero para que no nos vean por encima, seamos nacionalistas de verdad como lo son en aquellos países que por serlo se volvieron ricos y poderosos. Por eso invirtamos en educación y cultivamos el imaginario nacional que no tenemos.