La operación “Chavín de Huántar” que ayer hemos recordado, ha cumplido 25 años en 1997. Su hazaña fue la liberación de los 72 rehenes tomados por 14 terroristas del MRTA en la residencia del embajador de Japón el 17 de diciembre del año anterior. Constituyó una de las acciones de rescate, exclusivamente militar, más efectivas del mundo y por el éxito de su resultado todos los comandos fueron declarados héroes. En esa ocasión el Estado hizo uso de la fuerza por medio de sus Fuerzas Armadas para imponerse ante los subversivos que controlaban la vida de 72 rehenes, a los que podían liquidar en cualquier momento. En la historia de la seguridad internacional otros hechos de rescate no tuvieron final feliz como el asalto del teatro Dubrovka de Moscú (2002) tomado por 50 terroristas chechenos que redujeron a 850 rehenes. Los extremistas exigían el retiro de las fuerzas rusas de Chechenia y acabar con el conflicto que diera paso a la liberación del pueblo checheno. La policía erradamente utilizó gases tóxicos y sobrevino una matanza en que perdieron la vida todos los terroristas y 130 rehenes. Un fracaso total. En cambio, la operación Chavín de Huántar, en que murieron 1 rehén, 2 comandos y los 14 emerretistas –absolutamente todos lamentables, por supuesto-, por su resultado debe ser considerada en el marco de la ONU de “Acción modelo de rescate militar internacional” -encargo para nuestros diplomáticos que sigue pendiente de conseguir- y toda la gesta debe ser incorporada con un generoso número de horas lectivas en la idea nacional de empoderar a nuestras Fuerzas Armadas como corresponde en todo Estado democrático y para que los peruanos desde niños forjen el imaginario de sentirse siempre orgullosos de sus instituciones militares, sin las cuales un país se verá vulnerable, sino miremos el caso de la guerra de Rusia contra Ucrania.