Un día como hoy, el 23 de junio de 1942, durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), comenzaron las ejecuciones de judíos en la cámara de gas, en el campo de exterminio nazi de Auschwitz, en Polonia, -construido en 1940-, donde al final murieron unos 2,5 millones de judíos, de los cerca de 6 que fueron arrasados durante toda la guerra. Nadie puede borrar de su mente la escalofriante miniserie de televisión Holocausto, emitida en 1978 por la cadena norteamericana NBC, que presentó el drama de los Weiss, una familia judío-alemana, cuya fatídico desenlace sucedió precisamente en Auschwitz, donde fueron eliminados. Los soviéticos lograron su liberación y lo que pudo encontrarse en su interior puede merecer la más terrorífica de las narraciones sobre los límites de la inhumanidad. En Israel pude conocer el Museo de la Historia del Holocausto donde solamente al ingresar el silencio se vuelve una exigencia para tributar respeto a la memoria de las víctimas -soltando gas Zyklon-B, se calcula que cada 5 minutos morían alrededor de 3 mil personas-, quedando el infausto registro de uno de los episodios más siniestros de la historia de la especie humana. Por esa razón, los campos de concentración y de exterminio de Auschwitz, administrados por las SS, bajo el mando de Heinrich Himmler, marcaron a la sociedad internacional de la postguerra de 1939. Pero no pasó solamente con Auschwitz. Lo mismo sucedió con Sobibor, también en Polonia, y todo por la enceguecida y enfermiza actitud del macabro Adolfo Hitler y de sus adictos jefes y generales. Hay que recordarlo para que nunca jamás vuelva a suceder.