Mañana se cumplen dos semanas de las elecciones llevadas a cabo en Venezuela y hasta ahora la dictadura chavista que maneja como le da la gana el Consejo Nacional Electoral (CNE), es incapaz de mostrar las actas de sufragio simplemente porque no podría ocultar que el verdadero ganador de la contienda ha sido el opositor Edmundo González Urrutia, quien ya es reconocido por diversos países como el presidente electo y de paso el sepulturero de una tiranía que lleva 25 años en el poder.
Quizá fuera de Venezuela los únicos que sigan creyendo que Maduro es el ganador sean los cuatro congresistas peruanos que fueron como “veedores” pagados por el chavismo, Verónika Mendoza, y los gobiernos de países apestados del planeta como Cuba, Nicaragua Irán y Rusia, pues hasta sus aliados Brasil, Colombia y México han marcado cierta distancia del remedo de elecciones del 28 de julio último y están exigiendo a Caracas que sea transparente con los resultados.
Si el chavismo fuera capaz de demostrar que es el ganador, hace tiempo hubiéramos visto a Maduro haciendo show para cerrarle la boca a los críticos. En lugar de eso, este sujeto lo único que ha hecho es pelearse con Elon Musk, con Whatsapp, con Tiktok, con la red social X (ex Twitter), con Estados Unidos y con la Unión Europea, aparte de acusar a Perú y Chile de tener campos de entrenamiento para los que hoy salen a protestar en las calles de diferentes ciudades de Venezuela en contra del fraude electoral. Pura payasada.
Hasta el Centro Carter, una prestigiosa ONG estadounidense que sí fue autorizada por la dictadura venezolana para hacer supervisión electoral, ha confirmado el triunfo de González Urrutia con más del 60 por ciento de los votos sobre Maduro, quien se ha quedado sin piso. Esta entidad también ha descartado el cantinflesco “hackeo desde Macedonia” que denunció la impresentable tiranía para justificar la demora en la exhibición de los resultados electorales.
Maduro, su séquito, su reelección y su sistema electoral son unos apestados a nivel mundial, en perjuicio de los millones de venezolanos que corren el peligro de quedarse por lo menos hasta el 2031 bajo las botas del chavismo asesino y ladrón que ha generado una ola migratoria nunca antes vista en esta parte del mundo, integrada por gente que tuvo de salir incluso caminando de su país al no tener qué darle de comer a sus hijos o ser objeto de persecución por ser críticos de esta dictadura que tanto gusta a la izquierda peruana.