Durante los años más crudos del terrorismo, los valerosos agentes de la Unidad de Desactivación de Explosivos de la Policía Nacional (UDEX) cumplieron un rol vital en la delicadísima tarea de neutralizar, a riesgo de morir en el acto ante la menor equivocación, los cartuchos de dinamita y coches bomba con cientos de kilos de anfo que esos criminales dejaban incluso en zonas urbanas y delante de personas inocentes. Salvaron muchísimas vidas, pero varios efectivos murieron y quedaron con lesiones de por vida.
En la noche del 21 de octubre de 1993, cuando era reportero de policiales en Ojo, me tocó llegar a los exteriores del Hotel Crillón, exactamente al estrecho cruce de Rufino Torrico con el jirón Ocoña, donde acaba de reventar un coche bomba dejado por Sendero Luminoso. Efectivos de la UDEX habían tratado de desactivar la carga, pero se dieron cuenta que la mecha avanzaba y que ya no había tiempo, por lo que salieron corriendo y gritando a la gente que se aleje, todo segundos antes de la descomunal explosión.
Con el paso de los años y el declive de la brutalidad terrorista, la UDEX, para bien de los peruanos, pasó a ser una dependencia pequeña y alejada de las noticias. Sin embargo, y es muy triste decirlo, con la proliferación de bandas de extorsionadores que amenazan a sus víctimas con dinamitas y granadas, la Policía Nacional va a tener que repotenciar esta unidad en la que cada día, cada minuto, sus excepcionales integrantes a los que habría que hacer un monumento en una plaza, exponen la vida para salvar a los demás.
Lamentablemente hemos retrocedido. Ya no pondrán bombas unos supuestos “revolucionarios” que para alegría del Perú fueron eliminados o encarcelados. Ahora tenemos a delincuentes comunes, peruanos y extranjeros, dedicados a obtener dinero ilegalmente por medio de actos propios del terrorismo más salvaje, una situación que viene desde hace varios años, aunque en menor escala en ciudades como Trujillo o Piura, pero que las autoridades nunca han querido ver.
Los agentes de la UDEX no tendrían por qué exponer hoy nuevamente sus vidas si es que los sucesivos gobiernos hubieran tenido la voluntad política de hacer frente a las extorsiones que están desbordadas. Por no atender el problema, hoy, literalmente, nos está explotando en la cara. Es como a inicios de los 80, en que por no hacer frente al terrorismo de manera adecuada apenas levantó la cabeza, 12 años después lo tuvimos cerca de barrer con todo y con todos. No aprendimos la lección.