No le quedaba otra alternativa a la presidenta Dina Boluarte que echar de la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM) a Alberto Otárola luego de los audios que muestran que dio empleo en el Estado a una joven con la que habría tenido una relación. Era imposible mantenerlo, pues hacerlo podía llevar al Poder Ejecutivo a perder el apoyo de las bancadas que le sirven de soporte en el Congreso ante las arremetidas de los aliados del golpista Pedro Castillo.
Sin embargo, más allá de la justa y necesaria salida del número dos del régimen, no debemos perder de vista la gravísima acusación que ha lanzado el renunciante contra el expresidente vacado por incapacidad moral Martín Vizcarra, a quien sindica como uno de los titiriteros de esta crisis política, algo que ya había señalado y ratificado Yaziré Pinedo, la amiga de Otárola que ha resultado como protagonista de este terremoto político.
Vizcarra lo ha negado, pero la palabra de este sujeto está devaluada hasta el nivel de las alcantarillas. Por eso, preocupa que un personaje que tendría que ser un cadáver político y que debería estar en la cárcel mientras afronta sus investigaciones por presuntas raterías desde sus tiempos en el Gobierno Regional de Moquegua, siga tan “activo” en su rol de desestabilizador por motivos que tendrían que ser aclarados. ¿Qué está buscando? ¿Más impunidad?
Otárola me deja dudas por la lavada de cara que ha hecho a Nicanor Boluarte, el protegido hermanísimo de la mandataria. Cualquier observador o analista de la política peruana de estos tiempos sabe que el hombre mete sus narices donde no debe, que coloca a su gente, que muere por tener su partido propio y que ha tenido una prolongada e intensa disputa con el saliente premier. ¿Por qué el gesto final de salvarlo? ¿Le ofrecieron algo?
Queda ahora ver quien será el nuevo premier, lo que no es poca cosa si se tiene en cuenta que el gobierno carece de cuadros y de gente de peso que complemente las falencias de una mandataria sin mayor altura como para ponerse al frente de un país en constante crisis como el nuestro. Recordemos que la señora era la candidata a la vicepresidencia de un casi iletrado como Castillo, y que fue parte de una plancha presidencial al lado de un delincuente como Vladimir Cerrón. No es mucho lo que se puede esperar de ella, y por eso necesita un jefe de gabinete con peso propio.