El año que culmina, empezó con sectores de izquierda y progresistas haciendo sus mayores esfuerzos en destruir la institucionalidad apelando entre otras técnicas de desestabilización al adelanto de elecciones, en lo cual fracasaron. A pesar de ello, este tema será una constante en los primeros meses del año que viene.
No obstante, el debate político se concentra en la inseguridad ciudadana, donde políticos hacen de especialistas en materia penal y seguridad ciudadana, situación que debe ser atendida con urgencia, sin descuidar otros temas como la inversión pública y privada, el déficit fiscal que asciende a un 4% del PBI, las normas electorales que permiten la existencia potencial de aproximadamente 50 candidatos presidenciales, la informalidad, etc.
Sin embargo, el debate se centró principalmente en los escándalos presidenciales caso Rolex, caso rinoplastía, caso cofre y la detención de personajes mediáticos. Estos son algunos ejemplos de que la crisis que tenemos es de orden esencialmente político y de quienes nos representan en el Ejecutivo y Legislativo, de la progresiva decadencia del debate político originada por la falta de capacidad de los actores y por mala decisión de los electores al momento de votar, son temas que irresponsablemente se soslayan.
El año 2025 será un año electoral. El debate político debe estar a la altura de la responsabilidad que corresponde. Extirpemos la “dialéctica erística” que es el arte de disputar de modo que uno siempre tenga la razón por medios lícitos o ilícitos; por el contrario, se debe ser honrado en el debate y conseguir con el oponente la mejor versión en ideas para así adecentar la política y progresar. El país no resiste más errores.