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En el gobierno de Alan García se habló de “ratas” que querían sacar oro de los pozos petroleros. Al final, no se les pudo mochar la cola sino apenas asustarlas. ¿Se acuerdan de JB y Carlos Álvarez con tremendos rabillos?

El adusto Ollanta Humala también tildó de “ratas” a los disidentes del Partido Nacionalista. “¿Quiénes son los primeros en abandonar el barco?”, se preguntó, aplaudido a rabiar por Nadine.

Y los bichos que inundan la gestión de Kuczynski son los “gorgojos”, como ha llamado la ministra de Justicia, Marisol Pérez Tello, a los funcionarios y ppkausas que están malogrando el “arroz” del Mandatario.

La interrogante inmediata es: ¿cuáles son más nocivos para el país: las ratas o los gorgojos? Corren las apuestas. Las ratas son subterráneas, duras de matar, estratégicas; comen y se las pican a su guarida.

En cambio los gorgojos, además de reproducirse en poco tiempo, van directo al grano, atacan en mancha e infestan el terreno que pisan. Para ellos, la única política válida es comer y no dejar comer. Son peores que el perro del hortelano.

No faltarán quienes digan que en nuestra fauna de cuello y corbata también abundan las cucarachas y otros bicharracos, y no les faltará razón.

Ahora lo que el país necesita es que el Gobierno adopte un rol exterminador y acabe con tanta alimaña. Si no son ratas, son gorgojos; en cualquiera de sus formas, la plaga de la corrupción se resiste a ser aniquilada.

Así estamos.

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