En las últimas horas la presidenta Dina Boluarte y su ministro del Interior, Juan José Santiváñez, nos han dejado en claro que no tienen la menor voluntad de aclarar ante los órganos competentes los cuestionamientos que pesan en su contra, como son las dudas surgidas alrededor del “caso Cofre”, por un lado; y lo relacionado a los audios grabados por el capitán PNP Junior Izquierdo, conocido como “Culebra”, que embarran al responsable político de la Policía Nacional.

En primer término, la mandataria no ha acudido ayer al Ministerio Público a responder por su presencia en una playa del sur de Lima en enero del año pasado, que de tratarse de un tema familiar o amical, no tendría por qué ser cubierto con tanto misterio al extremo de negarse a responder de inmediato a las preguntas de la Fiscalía de la Nación. ¿Y la trasparencia? ¿Por qué apelar a legalismos y maniobras abogadiles para hacerla larga y no explicar de una vez lo que pasó ese fin de semana?

De otro lado, el ministro Santiváñez ha incurrido en una criollada impropia de un funcionario de su nivel: ha entregado al Ministerio Público un teléfono celular sin información alguna, es decir, en blanco, por lo que no se podría obtener información alguna sobre conversaciones y audios que dice que son montajes, pero que “Culebra” ratifica que son verdaderos. Ahora los fiscales le han dado hasta mañana para que cumpla con entregar toda la información requerida.

Y como si fuera poco, la presidenta y su ministro “estrella” se han juntado a fin de cuestionar la ley dada por el Congreso para otorgar luz verde a las detenciones preliminares. Esperaron hasta el último día para manifestarse y hacer observaciones que dejarían, como ha alertado ayer El Comercio, fuera de esta norma a los casos de corrupción, la pesadilla de muchos de nuestros políticos. ¿Así no quieren que se les critique? Después la jefa de Estado sale a victimizarse, secundada por su premier Gustavo Adrianzén.

Lamentablemente estas son las autoridades que tenemos en el país. Tanto la mandataria como el ministro del Interior, en lugar de estar trabajando para frenar la ola de delincuencia que en lo que va del año está dejando cifras de asesinatos que son de terror, como damos cuenta hoy en Correo Lima, andan más interesados en sobrevivir en medio de escándalos y en jugar un partido aparte a favor de sus allegados metidos en líos con la justicia, todo desde la leguleyada y el poder mal usado.