Si la intuición política no nos falla, los audios que se vayan difundiendo por obra y gracia de Zamir Villaverde deberían ser el fin de este Gobierno. El lunes por la noche, pese a ser una segunda entrega, estos contenían un material explosivo y digno de una película de espanto para los habitantes de la Casa de Pizarro. ¿Que se trata de un delincuente? Vladimiro Montesinos también lo era y fueron sus videos maquiavélicos los que mostraron la compra de legisladores, medios de comunicación y autoridades que se arrastraron al poder del Gobierno por un indigno fajo de dólares. Ahora vamos por el mismo camino.

Villaverde, un especialista en temas de seguridad, parece haber grabado todo lo relacionado a su escandaloso intento de asaltar las arcas del Estado. El tema es que en ese intento podría tranquilamente demostrar -como lo ha ofrecido para lograr su libertad- que el propio Pedro Castillo estaba involucrado. El audio difundido en el programa de Phillip Butters no es un chuponeo, es la grabación de una conversación en un vehículo del personaje que proveyó de vehículos, nada menos, que a los sobrinos del presidente y, probablemente, al propio presidente.

Por lo pronto, que se haya señalado, el 25 de julio, a tres días del nuevo régimen, que el exministro Juan Silva entregó medio millón de soles para digitar las adjudicaciones del MTC con la anuencia de Castillo es ya un escándalo de proporciones y digno de una indignación incomprensiblemente soterrada. ¿Dónde están los cojudignos? Lo que muestra el diálogo Pacheco/Zamir es que lo que señaló Karelim López es verdad solo que muestra la precuela de la película, es decir, los instantes previos a la toma por asalto del Estado, la planificación descarada de un robo, la estrategia de un puñado de viles delincuentes para hacerse de la bóveda de las ganancias infinitas con las llaves de las obras públicas en las manos. El camino parece irreversible pero cuando todo esto estalle, cuando ardan los diálogos hasta incendiar los tímpanos, cuando caiga la farsa de un Gobierno que es en realidad una mafia, una organización criminal, una gavilla de malandrines, Castillo tendrá que renunciar y el Congreso convocar a elecciones generales. Hace rato que, salvo excepciones, ambos poderes asquean. Es hora que se vayan todos.

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