Arlotia, cocina vascocasera y peruana
Arlotia, cocina vascocasera y peruana

Por Javier Masías @omnivorusq

Lo bonito de visitar un restaurante eventualmente es que cada vez que uno va se encuentra una bonita foto de momento. Recuerdo la primera vez que escribí sobre Arlotia. La nota era más bien discreta y daba cuenta de lo esencial, un espacio pequeño regentado por una pareja, ella en la cocina, él en el salón. Servían -sirven- una fusión casera peruana y vascofrancesa, con iguales dosis de cariño y entusiasmo. El lugar es pequeño pero acogedor, sobre todo por la presencia de sus dueños.

En mis visitas siguientes, la imagen que tenía de ellos se ha mantenido, pero lejos de perder los colores como ocurre con las fotos de los viejos álbumes familiares, esta se ha abrillantado. Los experimentos de la cocinera Pamela Rodríguez -imposible confundirla con la cantante homónima- vienen dando sus frutos, y poco a poco han ido llegando a la mesa con mayor resolución. Es cierto que aquí no hay demasiado lugar para la elegancia, pero como la experiencia que ofrecen es suficientemente honesta en sus sabores y servicio, no se la extraña en lo absoluto. Lo que uno quiere cuando llega es disfrutar en paz y punto. La cocina y un poco de pan para recoger las salsas hacen que sea muy fácil.

Las referencias en la carta se han ido ampliando y algunas cambiando. Hay muchos piqueos que no les conocía -montaditos de bondiola con cebolla caramelizada, y de pejerrey con tártara de rocoto, croquetas de salchicha de Huacho- con una que otra voltereta a sus preparaciones más clásicas. Ahí está el tartar de cabrilla con palta, servido sobre un salmorejo, una combinación deliciosa. O la cazuela de cangrejo o txangurro, solo que gratinada con queso.

Además de sus platos fusión, hay más profundidad en la representación de los clásicos vascos de siempre, como ocurre con una estupenda merluza koskera, con vongoles, espárragos y, en este caso, el añadido de un huevo poché, una adición que funciona maravillosamente. Son platos que entran y salen según la estación, que ofrecen sin aspavientos sabores representativos de esa parte privilegiada del mundo: los piquillos rellenos, los buñuelos de toyo o su pescado al pil pil. Si no estuviera Arlotia, probablemente sería muy difícil comerlos en Lima. Sobre los precios, no se preocupe demasiado: si bien el plato más caro llega a 38 soles, es posible comer entrada, fondo y postre por alrededor de 60, aunque la mayoría habrá comido suficiente por menos dinero -y querrán probar más-.

Arlotia.

Miguel Grau 340, Barranco. Telf. 2562269. De martes a sábado de 9 a.m. a 11 p.m.