Dos decisiones adoptadas en los últimos días por el Poder Ejecutivo han ensombrecido el inicio de la cumbre de líderes del Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico (APEC) que se llevará a cabo en Lima, pues si bien el gobierno llega a esta cita tambaleándose en el mar de la impopularidad, la ola de inseguridad y las implicancias de Palacio de Gobierno en la fuga del Vladimir Cerrón, el clima no tendría por qué haberse enrarecido tanto si es que el régimen hubiera optado por no dispararse a los pies con tan buena puntería.
En primer término, en los días previos a la cumbre de los líderes de APEC, de por sí un foro basado en el libre comercio y las apertura de las economías para procurar el crecimiento y el bienestar de los habitantes de las 21 economías participantes, a la presidenta Boluarte no se le ocurre nada mejor que volver a los nefastos años 70 al nombrar en la cabeza de Petroperú a Alejandro Narváez, un estatista cavernario que pertenece a un partido de izquierda extrema, aliado de un criminal antisistema como Antauro Humala.
Por un lado el Perú infla el pecho por ser parte del exclusivo club de los más grandes del libre comercio, entre los que destacan las dos potencias mundiales como Estados Unidos y China, que su economía la maneja con la mano derecha y no con la izquierda; mientras por otro lado estamos sacando del sarcófago a personajes que no han evolucionado y que siguen creyendo en ideologías fracasadas. No olvidemos que el asesino de Andahuaylas nos quiere retornar al Tahuantinsuyo.
De otro lado, el Ejecutivo ha echado más humo negro a la reunión en Lima al suspender las clases presenciales en colegios y universidades desde hoy hasta el miércoles 13, lo que se suma a los feriados no laborables que van del jueves 14 al sábado 16. Una semana completa con el país a media máquina. Pero lo peor de todo son los argumentos que ha dado el inclasificable ministro de Educación, Morgan Quero, a esta medida que afecta a millones de estudiantes, especialmente a los que no tienen acceso a internet, y a sus padres.
Encima de todo, la presidenta Dina Boluarte se queja de las críticas por sus flagrantes metidas de pata que deben ser el deleite de sus opositores y críticos de todos los pelajes. Quizá la mandataria quiera que la aplaudan a ella y a sus ministros por echar a perder el clima de una reunión que es vital para el país y que además pudo servirle de balón de oxígeno a un régimen que hace agua hasta cuando tiene todo a su favor. Qué grande le quedó el cargo a la candidata a la vicepresidencia de Vladimir Cerrón.