La decisión del Poder Judicial de declarar ilegal la destitución del ex comandante general de la Policía Nacional, general PNP Jorge Angulo, no solo deja mal parado a este gobierno, sino que confirma el manoseo al que ha sido sometida dicha institución en los últimos años, al extremo que se han hecho purgas y cambios al margen de la ley que a la larga poco o nada han servido a optimizar la lucha contra la criminalidad que va en aumento y a veces parece ser incontenible.

Recordemos cuando en agosto de 2011 el flamante gobierno de Ollanta Humala pasó al retiro a por lo menos 30 generales para que el número 31 en antigüedad puede ser el nuevo comandante general. Dijeron que era una “reingeniería”. A final, el elegido terminó implicado en el sonado caso del ilegal resguardo a un recordado operador montesinista y la lucha contra la criminalidad siguió ahí, abandonada a su suerte. ¿Cuáles fueron los criterios para tal purga? La politiquería y el compadrazgo.

En 2020, durante el breve gobierno de Francisco Sagasti, sucedió lo mismo, cuando de la noche a la mañana se mandó a su casa a 18 generales, todo esto al margen de la ley, para colocar el frente de la PNP a un oficial que no le correspondía el cargo. Es preciso recordar que la ley indica que el comandante general puede ser elegido por el jefe de Estado solo entre los cuatro oficiales más antiguos de la institución. Salirse de eso es entrar en el terreno de la ilegalidad. No hay más vuelta que darle.

Más allá de si hacía una buena o mala labor, al general Angulo se le sacó violando la ley, luego de prácticamente acusarlo del fracaso de los estados de emergencia que había dispuesto el gobierno de Dina Boluarte en algunas zonas de Lima. ¿Es así como trabaja un Poder Ejecutivo que es el primer llamado a respetar la legalidad y dar ejemplo al respecto? ¿Cómo desde Palacio de Gobierno se le pide al ciudadano que cumpla con la ley si allí en el corazón del poder no lo hacen?

No se puede tener una Policía Nacional sólida y eficiente para encarar a un tipo de delincuencia que no perdona ni a choferes de combis ni vendedores de caldo de mote, cuando los políticos la manosean a su antojo y de acuerdo a sus intereses, pues se benefician ellos, pero perjudican al ciudadano de a pie que ve que a la institución que esta manejada, como hoy, por un general como Víctor Zanabria que culpa a los medios por dar cuenta de la realidad violenta en que vivimos y que quiere tapar el sol con un dedo.